Primo Levi
nace en Turín en 1919. Estudia en el Instituto de Azeglio e ingresa a la
Universidad donde, pese a las leyes raciales, presenta su tesis de química en
1941. Poco después, se une a la resistencia antifascista. Denunciado, es detenido
en 1943. Las deportaciones de judíos a Auschwitz habían empezado en octubre de
ese año y Primo Levi fue uno de los 7.500 judíos italianos deportados, así como,
uno de los 800 que lograron regresar.
De vuelta en
Turín, reanuda su vida: encuentra un empleo de químico, consigue llegar a ser director
ejecutivo de una empresa de pinturas. Se casa, tiene dos hijos… y el 11 de
abril de 1987 se suicida.
“Tuve la
suerte de no ser deportado a Auschwitz hasta 1944, y después de que el gobierno
alemán hubiera decidido, a causa de la escasez creciente de mano de obra,
prolongar la media de vida de los prisioneros que iba a eliminar concediéndoles
mejoras notables en el tenor de vida y suspendiendo temporalmente las matanzas
dejadas a merced de particulares.
Por ello,
este libro mío, por lo que se refiere a detalles atroces, no añade nada a lo ya
sabido por los lectores de todo el mundo sobre el inquietante asunto de los
campos de destrucción. No lo he escrito con la intención de formular nuevos
cargos; sino más bien de proporcionar documentación para un estudio sereno de
algunos aspectos del alma humana. Habrá muchos, individuos o pueblos, que
piensen más o menos conscientemente, que “todo extranjero es un “enemigo”. En
la mayoría de los casos esta convicción yace en el fondo de las almas como una infección
latente; se manifiesta solo en actos intermitentes e incoordinados, y no está
en el origen de un sistema de pensamiento. Pero cuando éste llega, cuando el
dogma inexpresado se convierte en la premisa mayor de un silogismo, entonces,
al final de la cadena está el Lager: Él es producto de un concepto de mundo
llevado a sus últimas consecuencias con una coherencia rigurosa: mientras el concepto
subsiste las consecuencias nos amenazan. La historia de los campos de
destrucción debería ser entendida por todos como una siniestra señal de
peligro.
Me doy
cuenta, y pido indulgencia por ellos, de los defectos estructurales del libro.
Si no en acto, sí en la intención y en su concepción, nació en los días del
Lager. La necesidad de hablar a “los demás”, de hacer que “los demás” supiesen,
había asumido entre nosotros, antes de nuestra liberación y después de ella, el
carácter de un impulso inmediato y violento, hasta el punto de que rivalizaba
con nuestras demás necesidades más elementales; este libro lo escribí para
satisfacer esta necesidad, en primer lugar, por lo tanto, como una liberación
interior. De aquí su carácter fragmentario: sus capítulos han sido escritos no
en una sucesión lógica sino por su orden de urgencia. El trabajo de empalmarlos
y de fundirlos lo he hecho según un plan posterior.
Me parece
superfluo añadir que ninguno de los datos ha sido inventado."
"Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas.
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un
panecillo
Quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal
Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro."
Si esto es un hombre, 1947
Primo Levi
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