16 d’abr. 2014

sin destino (sorstalanság)



El escritor húngaro Imre Kertész nació en el seno de una familia judía de Budapest, el 9 de noviembre de 1929. Con tan solo quince años, 1944, fue deportado al campo de concentración de Auschwitz. A principios del año 1945 fue trasladado a Buchenwald y liberado al final de la guerra.
Tras el fin de la guerra, sufrió la represión del gobierno comunista húngaro.  En 1951, el Partido Comunista Húngaro absorbió el diario en el que trabajaba Kertész, siendo despedido inmediatamente. A partir de entonces vive de hacer traducciones y escribir guiones para la radio y musicales. Su negativa a la autocensura le condenó al ostracismo, por lo que la publicación de su primera novela, “Sin destino”, en 1975, pasó completamente desapercibida.
Escritor comprometido, Imre Kertész  centra su obra en el Holocausto y la lucha contra los totalitarismos.  Obtuvo el Premio Nobel de Literatura el año 2002, otorgado a “una obra que expone la experiencia frágil del individuo contra la arbitrariedad bárbara de la historia”.
En “Sin destino”, narra de modo autobiográfico la historia de una masa indiscriminada, “gente a la que no sólo se le arrebató la vida, sino también perdió toda ambición, todo destino, la razón, el deseo. Todo”. Tras ésta, siguen “Fracaso”, de 1988 y “Kaddish por un niño que nunca nació”, de 1992, obra- plegaria por un niño nonato que no vivirá la realidad de un mundo generador de monstruosidades como los campos de concentración y de exterminio.

“...Sin embargo, ni la terquedad, ni las oraciones, ni nada pudo liberarme de una cosa; del hambre. Ya antes había experimentado o así lo creía el hambre; había tenido hambre en la fábrica de ladrillos, en el tren, en Auschwitz e incluso en Buchenwald, pero no conocía el hambre "a largo plazo", por decirlo de alguna manera. Tenía un hueco, un espacio vacío, y quería, con todos mis esfuerzos, llenar ese hueco sin fondo, ese espacio cada vez más vacío, aniquilar, silenciar el hambre. Mis ojos no veían otra cosa que comida, mis pensamientos, mis actos, todo mi ser se ocupaba exclusivamente de eso, y si no me comía la madera, el hierro o los guijarros, era sólo por la imposibilidad de masticarlos y digerirlos. Sin embargo he comido arena y también hierba; las comía sin pensar, pero no había mucha hierba ni en el campo, ni en el territorio de la fábrica. Por un solo cebollín se pedían dos rebanadas completas de pan, y por el mismo precio se vendía una remolacha azucarera o una forrajera. A mí, me gustaba más la forrajera porque era más jugosa y por lo general más grande, aunque los entendidos decían que las azucareras tenían más valor nutritivo, aunque la forrajera fuera más dura y tuviera un sabor más picante. A veces, , me bastaba incluso con ver comer a los otros. A nuestros guardias les traían la comida a la fábrica y yo no les quitaba los ojos de encima cuando comían. Sin embargo no me dejaban disfrutarlo de verdad porque comían demasiado deprisa, sin masticar bien, parecían no darse cuenta de lo que hacían
Existen situaciones en que parece imposible que se puedan agravar o empeorar. Yo mismo, al cabo de tanto esfuerzo, de tanto afán, de tanto empeño, acabé encontrando la paz, la tranquilidad y el alivio. Ciertas cosas, por ejemplo, que antes me habían parecido sumamente importantes, perdieron por completo su significado para mí. Así estando en la fila durante el recuento, si me cansaba y sin mirar si me encontraba en medio de un charco o si había barro, me dejaba caer, me sentaba y , me quedaba sentado o acostado hasta que mis vecinos me levantaban a la fuerza. No me molestaban ni el frío, ni la humedad, ni el viento ni la lluvia: simplemente no me llegaban, ni siquiera los sentía. Desapareció hasta el hambre, me seguía llevando a la boca todo lo que encontraba, todo lo que fuera comestible, pero sin prestar atención, como por costumbre y de manera mecánica. Si tenían algún inconveniente, lo más que podían hacer era pegarme, y con eso tampoco me hacían mayor daño, sólo me hacían ganar tiempo, puesto que con el primer golpe me acostaba en el suelo y ya no sentía los otros porque me quedaba dormido.”

Sin destino
Imre Kertész



La película húngara-alemana de 2005,  “Sin destino” “Sorstalanság” (Fateless), està basada en el libro de Imre Kertész.
Baja la dirección de Lajos Koltai y el guión del mismo Imre Kertész, le puso música Ennio Morricone y la fotografía es de Gyula Pados.
Reparto: Endre Harkanyi, Marcell Nagy, Aaron Dimeny, Andras M. Kecskes, Joszef Gyabronka y Daniel Craig.

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