“¡No! No salgo aún. Lamento entretenerles de
nuevo, pero realmente tienen que conocer la historia de las arenas y la
historia de Rosanna, debido a que el asunto del diamante tiene mucho que ver
con ambos. ¡Cómo me esfuerzo por llevar adelante mi narración sin detenerme y
cómo fracaso continuamente! ¡Pero vamos allá! Las personas y las cosas no dejan
de aparecer fastidiosamente en esta vida reclamando atención. Tomémonoslo con
calma y abreviemos, y llegaremos muy pronto al nudo del misterio. ¡Lo prometo!
Rosanna (para poner a la persona antes que a la
cosa, que no es más que mera cortesía) era la única sirvienta nueva de la casa.
Unos cuatro meses antes del momento
sobre el que estoy escribiendo, mi señora había estado en Londres y había ido a
un reformatorio en el que intentaban evitar que las mujeres desdichadas volvieran
a su mala vida tras haber salido de prisión. La directora, al ver el interés
que mi señora se tomaba por el lugar, le señaló a una muchacha, llamada Rosanna
Spearman, y le contó su triste historia,
que no tengo entrañas de repetir aquí
porque no quiero afligirme sin necesidad ni a ustedes tampoco. La conclusión
era que Rosanna Spearman había sido ladrona, y al no ser del tipo que levantan empresas en
la City y roban a miles de personas, en
vez de robar de uno en uno, el peso de
la ley cayó sobre ella bajo la forma de la prisión y el reformatorio. La opinión de la directora acerca de Rosanna
era (a pesar de lo que había hecho) que se trataba de una muchacha excepcional
y que solo necesitaba una oportunidad para mostrarse merecedora de que una
mujer cristiana se interesase por ella. Mi señora (si ha habido una mujer cristiana
esa es ella) le dijo entonces a la directora:
—Rosanna Spearman tendrá su oportunidad, a mi servicio.
Una semana después, Rosanna Spearman entraba en la casa como segunda
doncella.”
La piedra lunar
Wilkie Collins
traducción: José Luis Piquero
traducción: José Luis Piquero
Navona, Barcelona, 2016
pág.36-37
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