portada de l'bra de Thomas de Quincey publicada l'any 1822 |
“El concepto de la droga como detonante de la
creación literaria conoce antecedentes fabricados en ocasiones por el propio
autor. Un ejemplo ilustre: Wilkie
Collins y La piedra lunar. (…)
El desarrollo de la composición de “La
piedra lunar” –afirma Alethea Hayter
en "Opium and the Romantic
Imagination"– es una de las demostraciones "más terminantes de cómo un escritor
concibe una obra maestra bajo el imperio del opio". Este aserto se basa en
conversaciones de Collins recogidas por amigos y en lo que él afirma en el
prólogo de la obra, es decir: durante la escritura de la novela sufría fuertes
dolores por su gota reumática y los aliviaba con mucho láudano, ese extracto de
opio ingerible en vino blanco y especias.”
”Collins
dictaba su invención a un secretario –prosigue Hayter– que terminó renunciando
al empleo porque no soportaba el espectáculo del escritor acuñando personajes y
episodios entre gritos y gemidos. Lo mismo sucedió con el secretario siguiente,
hasta que una mujer tomó el relevo y llevó a buen puerto la tarea. Según esta versión, Collins, una vez repuesto, no reconoció el manuscrito y se mostró
asombrado por el final, que en verdad es
asombroso. El hecho de que "esta
novela, rigurosamente construida y controlada, pudo ser escrita en tales
condiciones destruye la teoría de que el opio impide necesariamente que un
escritor haga su trabajo", concluye Alethea.”
“La
verdad sería más bien otra: hace unos 20 años la investigadora estadounidense Sue Lonoff revisó el manuscrito de La piedra lunar y encontró que sólo
siete de sus 413 páginas no pertenecen a la mano de Collins. El resto, con excepción de 11 páginas a lápiz, recoge la nítida escritura en tinta del autor
y registra sus correcciones, agregados y
tachaduras. Se disipa la leyenda de los
amanuenses espantados. Y si, como parece Collins mismo fabricó la versión,
no hizo más que repetir la especie de Walter
Scott dictando La novia de Lammermoor
desde la cama, apagando sus graves
dolores de estómago con la ingestión de cantidades industriales de láudano. Así lo contaba Walter Scott. Pero las cuatro quintas partes del manuscrito
de esa novela están fijadas por la mano del autor.”
“¿Por
qué Scott y Collins y otros novelistas que escribían después de la experiencia
de la droga, no durante, practicaron además esa ficción? ¿Enaltecían su
adicción pretendiéndola al servicio del arte? ¿Disimular las dificultades,
angustias, vacíos y padecimientos de tan duro oficio, para llamarlo de algún modo? El opio y la morfina no saben escribir.”
Juan Gelman, poeta
argentino
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