La época victoriana. Vida de Charles
Dickens. Novelas de Dickens. William Wilkie Collins
The Mystery of Edwin Drood, de
Dickens
Lección impartida por Jorge Luis Borges, dentro del curso de
literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires, el lunes 28 de noviembre de 1966.
“Si vemos la historia de la literatura francesa,
comprobamos que es posible estudiarla tomando como referencia las fuentes de
que se ha nutrido. Pero este sistema de estudio no es aplicable a Inglaterra,
no concuerda con el carácter inglés. Como he dicho alguna vez, «cada inglés es
una isla». El inglés es especialmente individualista.
La historia de la literatura que hacemos, y que
hace la gran mayoría, recurre a un expediente, cómodo, que es la división de la historia literaria en
épocas: dividir a los escritores, repartirlos en épocas. Y esto sí puede aplicarse a Inglaterra. Así que nosotros vamos ahora a ver uno de los
períodos más notables que hay en la historia de Inglaterra, que es la época
victoriana. Pero la caracterización de ésta ofrece el inconveniente de ser muy
extensa. Su duración va del año 1837 al año 1900, un largo reinado. Y además nos encontraríamos con que la
definición es difícil y riesgosa. Nos costaría, por ejemplo, encuadrar a Carlyle, ateo que no creía ni en el Cielo ni en el
Infierno. Parecería una época
conservadora, pero el auge mayor del
socialismo corresponde a esa época. Es
también el momento de los grandes debates entre ciencia y religión, entre los que sostenían la verdad de la Biblia
contra los partidarios de Darwin. Debemos anotar que, sin embargo, hay [entre los defensores de] la Biblia
grandes visiones del presente. La época
victoriana se caracterizó por la gran reserva que mostró referente a lo sensual
o sexual. Es también por esa época, en
1855, que Walt Whitman escribe su libro Leaves
of Grass. Es el gran auge del
Imperio Británico. A pesar de eso,
varios escritores se mostraron y actuaron sin partidismos: Chesterton, Stevenson, etcétera.
La época victoriana fue una época de debates y
discusiones. Su tendencia no fue tan marcadamente protestante. Hay, por ejemplo, un fuerte movimiento que nace en Oxford y que
propende al catolicismo. La unión de todos estos elementos contrastantes es de
difícil definición, pero de todas maneras existe. Todos los elementos son
unidos por una atmósfera común pero cambiante, que abarca setenta y tantos años.
Y en ese período encuadramos a Charles Dickens. Nace en 1812 y muere en 1870. Es un hombre que surge del pueblo, de la clase media inferior. Su padre era empleado de comercio y muchas
veces conoció la cárcel por deudas. El
hijo fue un escritor comprometido, que
dedicó buena parte de su obra a combatir en favor de ciertas reformas. No podemos decir que Dickens las haya
conseguido. Y quizás esto venga a
explicarnos el que se haya perdido tanto en nuestro recuerdo esta calidad de
reformador que poseía Dickens. Él
también vivió con el temor de que un acreedor lo enviara a la cárcel por
deudas, y abogó por la reforma de las escuelas, de las cárceles, de sistemas de trabajo. Pero si la reforma fracasa, la obra que desarrolla el reformador parece
carecer de validez. Si tiene éxito, tiene necesariamente que perder actualidad. Es decir, la idea de que un individuo tiene
que vivir su vida, por ejemplo, cosa que ahora nos parece un lugar común, fue en su momento una idea revolucionaria. Es el caso de Casa de muñecas de Ibsen.
Ahora, el peligro de la literatura social es que
no tiene total aceptación. En el caso de Dickens, la parte social de su obra es evidente. Fue un revolucionario. Su infancia fue muy dura. Para esto debemos
leer David Copperfield, donde él ha
pintado el carácter de su padre también.
Dickens es un hombre que vive al borde de la ruina, es un deudor vitalicio que posee un
extravagante optimismo acerca del porvenir. Su madre fue una mujer muy buena pero confusa
y disparatada en sus acciones. Él tuvo
que trabajar desde niño en un depósito. Luego fue reportero, taquígrafo. Hacía
reseñas de los debates de la Cámara de los Comunes pero con mucho mayor
realismo que Johnson, que ya hemos
visto cómo lo hacía.
Dickens fue un habitante de Londres. En su libro Historia de dos ciudades, A Tale of Two Cities, basado en la
Revolución Francesa, se ve que en realidad Dickens no podía escribir una
historia de dos ciudades. Él fue
habitante de una sola ciudad: Londres.
Empezó por el periodismo y llegó a la novela por
ese camino. Y al estilo resultante fue fiel, se mantuvo en él durante toda su vida. Sus novelas se publicaban por entregas, en folletín, y su resonancia fue tal que los
lectores seguían la suerte de sus personajes como si fueran verdaderos. Recibió una vez centenares de cartas, por ejemplo, en que se pedía que no muriera el
protagonista de la novela.
Ahora, a Dickens no le interesaba demasiado el
argumento, sino más bien los personajes, el carácter de los personajes. El argumento es casi un mero medio mecánico
para que progrese la acción. No hay una real evolución de carácter en los
personajes. Son los medios, los
acontecimientos, los que modifican a los personajes, como ocurre en la
realidad. Los personajes que Dickens crea viven en un perpetuo éxtasis de ser
ellos mismos. Suele diferenciarlos según dialectos: usa para unos un dialecto
especial. Esto es visible en la versión original en inglés.
Pero Dickens adolece de exceso de sentimentalismo.
No escribe al margen de su obra. Se identifica con cada uno de sus personajes.
El primero de sus libros que logró una gran adhesión popular fue Los papeles póstumos del Club Pickwick,
que fue publicado por entregas. Al principio le sugirieron que utilizara
ciertas ilustraciones, y a ellas Dickens iba acomodando el texto. Y a medida
que escribía el libro iba imaginando caracteres, intimaba con ellos. Sus
personajes poco a poco adquirieron vida propia. Así pasa con Mr. Pickwick, que
adquiere singular relevancia y es un caballero de carácter firme. Lo mismo ocurre con los otros personajes. El sirviente ve ciertas ridiculeces en su
amor, pero llega a quererlo muchísimo.
Dickens había leído poco, pero entre sus primeras lecturas se contó la
traducción del libro de Las Mil y Una
Noches y los novelistas ingleses de influencia cervantina, novela de
camino, en la que el hecho de que los
personajes se trasladen crea la acción, las aventuras saltan al encuentro de los
personajes. Pickwick pierde un proceso, lo cree injusto y resuelve no juzgarlo y
sufrir la condena. Su sirviente, Sam Weller, incurre en deudas que no quiere pagar y lo
acompaña a la cárcel. Es notable la afición de Dickens por los nombres
extravagantes: Pickwick, Twist, Chuzzlewit, Copperfield. Y se podrían mencionar muchos más. Llegó a hacer fortuna con la literatura, y la fama. Su único rival era Thackeray. Pero aun a éste se cuenta que su hija le dijo una vez:
«Papá, ¿por qué no escribe usted libros como el señor Dickens?» Thackeray era
más bien un cínico, a pesar de que no faltan en sus obras momentos
sentimentales. Dickens era incapaz de
pintar un caballero, pero los hay en su
obra. Conoció a la baja y a la alta burguesía íntimamente, pero no así a la aristocracia que raras veces
aparece en su obra. Thackeray lo hace
porque la conocía bien. Dickens porque
se sentía plebeyo. Estas diferentes
circunstancias las debemos hacer destacar: los diferencian.
Dickens recorrió Inglaterra haciendo lecturas
públicas de su obra. Elegía capítulos dramáticos. Por ejemplo, la escena del proceso de Pickwick. Utilizaba una voz distinta para cada
personaje, y lo hacía con extraordinario talento dramático. Los oyentes lo
aplaudieron extraordinariamente. Se dice
que sacó el reloj, vio que disponía de
una hora y cuarto, y que el tiempo de
aplausos hizo perder parte de la lectura. Intentó repetir la experiencia de Inglaterra
en los Estados Unidos, pero allí se hizo
antipático. Primero, porque declaró que era abolicionista, y segundo, porque defendió la causa de los derechos del
autor. Él se sintió perjudicado y ofendido porque le parecía absurdo que los
editores norteamericanos se enriquecieran imprimiendo partes cortadas de sus
obras. Los norteamericanos pensaron, por el contrario, que estaba muy mal que él
protestara por ese proceder. Así que al volver a Inglaterra publicó American Notes, pero pareció no darse
cuenta de que Inglaterra estaba poblada de personajes ridículos, mientras que los norteamericanos eran una
nación nueva, y atacó [a estos últimos]
acerbamente. Como he dicho, Dickens gozó de gran popularidad, se hizo rico por su obra, y viajó a Francia, a Italia, pero sin tratar de comprender a esos países.
Buscó continuamente episodios humorísticos que referir. Murió en 1870. Le interesaron muy poco las teorías
literarias. Era un hombre genial, que se interesaba a lo más en la ejecución de
sus obras.
La estructura de sus novelas hace que sus
caracteres se dividan en buenos y malos, absurdos y queribles. Quería hacer un
poco lo del Juicio Final en sus obras, y
por eso muchos de sus finales son artificiales, porque los malvados son castigados y los
buenos reciben premios.
Hay dos rasgos para destacar. Dickens descubrió dos cosas importantes para
la literatura posterior: la niñez, su soledad, sus temores. Esto se debe a su vida, a la vida a la que fue lanzado desde niño. En realidad, no se sabe de cierto sobre su niñez. Cuando Unamuno habla de la madre nos asombra.
Por último, Groussac ha dicho que es
absurdo que se dediquen capítulos a la infancia, que es para él una edad vacía, y que no se detenga en la juventud y en la
adultez. Dickens es el primer novelista
que hace que la infancia de los personajes sea importante.
Dickens descubre además el paisaje de ciudad. Los
paisajes eran de campos, de montañas, selvas,
ríos. Dickens trata sobre Londres. Es uno de los primeros que descubre la poesía
de los lugares menesterosos y sórdidos.
En segundo lugar, debemos destacar que le interesó el lado
melodramático y trágico, junto con el caricaturesco. Sabemos por los biógrafos que esto influyó en Dostoievsky, en sus asesinatos
inolvidables. En la novela Martin Chuzzlewit, los personajes hacen
un viaje en una especie de diligencia, uno
bajo el poder del otro. Chuzzlewit ha
tomado la decisión de matar a su compañero. El coche se vuelca. Hace lo posible para que los caballos lo
maten, pero se salva. Al llegar a la posada cierra la puerta [de su habitación
y se duerme] pero sueña que lo mata. Atraviesa el bosque y al salir está solo, no arrepentido: tiene temor de que al llegar a la casa lo
esperará el asesinado. Dickens describe a Chuzzlewit, que sale solo del bosque.
No está arrepentido de lo que ha hecho, pero
tiene el temor, el absurdo temor, de que al llegar a la casa lo estará esperando
el hombre que ha asesinado.
Y luego, en
Oliver Twist, tenemos una pobre muchacha, Nancy, y
a esa pobre muchacha la estrangula Bill Sikes, que es un rufián. Y luego tenemos la persecución de Bill Sikes.
Bill Sikes tiene un perro que lo quiere mucho, y Bill lo mata porque teme ser identificado
por el perro que lo acompaña. Dickens era muy amigo de Wilkie Collins. ¿No sé si ustedes han leído La piedra lunar o La dama de
blanco? Dice Eliot que estas
novelas son las más extensas de la literatura policial, y acaso las mejores. Dickens colabora con Wilkie Collins en unas
piezas de teatro que se representan en casa de Dickens. Y dice Eliot que Dickens debe haber dado a los
papeles —porque era un excelente actor— una individualidad que no poseen en la
obra. Wilkie Collins era un maestro en el arte de entretejer argumentos muy
complicados, pero nunca confusos. Es decir, las tramas tienen muchos hilos, pero el lector los tiene a mano. En cambio Dickens, en todas sus novelas anteriores, había entretejido arbitrariamente los
argumentos. Dijo Andrew Lang que si
él tuviera que contar el argumento de Oliver
Twist y lo amenazaran con la pena de muerte, él, que
admiraba tanto a Oliver Twist, iría
ciertamente a la horca.
Dickens, en su última novela, The Mystery of Edwin Drood El
misterio de Edwin Drood, se propuso escribir una novela policial bien
construida, a la manera de las que su
amigo Wilkie Collins, maestro en el
género, hacía. Y la novela ha quedado inconclusa. Pero para la primera entrega —porque Dickens
siempre fue fiel al sistema de los folletines; Dickens suele publicar sus novelas en volumen
cuando habían aparecido en folletín— dio una serie de instrucciones a su
ilustrador. Y en una de ellas vemos a
uno de los personajes en un capítulo que Dickens no alcanzó a escribir, y ese personaje no proyecta una sombra. Y
algunos han conjeturado que no proyecta sombra porque es un espectro. En el primer capítulo, uno de los personajes ha fumado opio y tiene visiones.
Y esa visión puede pertenecer a la obra. Y dice Chesterton que Dios fue generoso con Dickens, ya que le concedió un final dramático. En ninguna de las novelas de Dickens, dice Chesterton, importaba el argumento: importaban los
personajes, con sus manías, su vestimenta siempre igual y su vocabulario
especial. Pero al final Dickens resuelve
escribir una novela de argumento importante, y casi en el momento en que Dickens está por
denunciar al asesino, Dios ordena su
muerte, y así nunca sabremos cuál fue el
verdadero secreto, el oculto argumento
de Edwin Drood —dice Chesterton—, salvo cuando nos encontremos con Dickens en
el cielo. Y entonces —dice Chesterton—,
lo más probable es que Dickens ya no se acuerde y siga tan perplejo como
nosotros.
Yo, para
concluir, quería decirles que Dickens es
uno de los grandes bienhechores de la humanidad. No por las reformas por las cuales abogó y en
las cuales logró éxito, sino porque ha
creado una serie de personajes. Uno
puede ahora tomar cualquier novela de Dickens, abrirla en cualquier página, con la certidumbre de seguir leyéndola y
deleitándose.
Quizá la mejor novela para trabar conocimiento con
Dickens, ese conocimiento que puede ser
precioso en nuestra vida, sea la novela autobiográfica David Copperfield, en la que
hay tantas escenas de la infancia de Dickens. Y después Los
papeles póstumos del Pickwick Club. Y luego, yo diría el Martin Chuzzlewit, con sus
descripciones deliberadamente injustas de América y el asesinato de Jonás
Chuzzlewit, pero la verdad es que haber
leído algunas páginas de Dickens, haberse resignado a ciertas malas costumbres
suyas, su sentimentalismo, sus personajes melodramáticos, es haber encontrado un amigo para toda la
vida.”
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