10 de nov. 2017

borges profesor

La época victoriana. Vida de Charles Dickens. Novelas de Dickens. William Wilkie Collins
The Mystery of Edwin Drood, de Dickens

Lección impartida por Jorge Luis Borges, dentro del curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires,  el lunes 28 de noviembre de 1966.

“Si vemos la historia de la literatura francesa, comprobamos que es posible estudiarla tomando como referencia las fuentes de que se ha nutrido. Pero este sistema de estudio no es aplicable a Inglaterra, no concuerda con el carácter inglés. Como he dicho alguna vez, «cada inglés es una isla». El inglés es especialmente individualista.

La historia de la literatura que hacemos, y que hace la gran mayoría, recurre a un expediente,  cómodo,  que es la división de la historia literaria en épocas: dividir a los escritores, repartirlos en épocas.  Y esto sí puede aplicarse a Inglaterra.  Así que nosotros vamos ahora a ver uno de los períodos más notables que hay en la historia de Inglaterra, que es la época victoriana. Pero la caracterización de ésta ofrece el inconveniente de ser muy extensa. Su duración va del año 1837 al año 1900,  un largo reinado.  Y además nos encontraríamos con que la definición es difícil y riesgosa. Nos costaría, por ejemplo, encuadrar a Carlyle,  ateo que no creía ni en el Cielo ni en el Infierno.  Parecería una época conservadora,  pero el auge mayor del socialismo corresponde a esa época.  Es también el momento de los grandes debates entre ciencia y religión,  entre los que sostenían la verdad de la Biblia contra los partidarios de Darwin. Debemos anotar que,  sin embargo,  hay [entre los defensores de] la Biblia grandes visiones del presente.  La época victoriana se caracterizó por la gran reserva que mostró referente a lo sensual o sexual. Es también por esa época,  en 1855, que Walt Whitman escribe su libro Leaves of Grass.  Es el gran auge del Imperio Británico.  A pesar de eso, varios escritores se mostraron y actuaron sin partidismos: Chesterton, Stevenson, etcétera.

La época victoriana fue una época de debates y discusiones. Su tendencia no fue tan marcadamente protestante. Hay,  por ejemplo,  un fuerte movimiento que nace en Oxford y que propende al catolicismo. La unión de todos estos elementos contrastantes es de difícil definición, pero de todas maneras existe. Todos los elementos son unidos por una atmósfera común pero cambiante,  que abarca setenta y tantos años.

Y en ese período encuadramos a Charles Dickens.  Nace en 1812 y muere en 1870.  Es un hombre que surge del pueblo,  de la clase media inferior.  Su padre era empleado de comercio y muchas veces conoció la cárcel por deudas.  El hijo fue un escritor comprometido,  que dedicó buena parte de su obra a combatir en favor de ciertas reformas.  No podemos decir que Dickens las haya conseguido.  Y quizás esto venga a explicarnos el que se haya perdido tanto en nuestro recuerdo esta calidad de reformador que poseía Dickens.  Él también vivió con el temor de que un acreedor lo enviara a la cárcel por deudas, y abogó por la reforma de las escuelas, de las cárceles,  de sistemas de trabajo.  Pero si la reforma fracasa,  la obra que desarrolla el reformador parece carecer de validez.  Si tiene éxito,  tiene necesariamente que perder actualidad.  Es decir, la idea de que un individuo tiene que vivir su vida,  por ejemplo,  cosa que ahora nos parece un lugar común,  fue en su momento una idea revolucionaria.  Es el caso de Casa de muñecas de Ibsen.

Ahora, el peligro de la literatura social es que no tiene total aceptación. En el caso de Dickens,  la parte social de su obra es evidente.  Fue un revolucionario.  Su infancia fue muy dura. Para esto debemos leer David Copperfield, donde él ha pintado el carácter de su padre también.
Dickens es un hombre que vive al borde de la ruina,  es un deudor vitalicio que posee un extravagante optimismo acerca del porvenir.  Su madre fue una mujer muy buena pero confusa y disparatada en sus acciones.  Él tuvo que trabajar desde niño en un depósito. Luego fue reportero, taquígrafo. Hacía reseñas de los debates de la Cámara de los Comunes pero con mucho mayor realismo que Johnson, que ya hemos visto cómo lo hacía.

Dickens fue un habitante de Londres.  En su libro Historia de dos ciudades, A Tale of Two Cities, basado en la Revolución Francesa, se ve que en realidad Dickens no podía escribir una historia de dos ciudades.  Él fue habitante de una sola ciudad: Londres.

Empezó por el periodismo y llegó a la novela por ese camino. Y al estilo resultante fue fiel,  se mantuvo en él durante toda su vida.  Sus novelas se publicaban por entregas,  en folletín, y su resonancia fue tal que los lectores seguían la suerte de sus personajes como si fueran verdaderos.  Recibió una vez centenares de cartas,  por ejemplo, en que se pedía que no muriera el protagonista de la novela.

Ahora, a Dickens no le interesaba demasiado el argumento, sino más bien los personajes,  el carácter de los personajes.  El argumento es casi un mero medio mecánico para que progrese la acción. No hay una real evolución de carácter en los personajes.  Son los medios, los acontecimientos, los que modifican a los personajes, como ocurre en la realidad. Los personajes que Dickens crea viven en un perpetuo éxtasis de ser ellos mismos. Suele diferenciarlos según dialectos: usa para unos un dialecto especial. Esto es visible en la versión original en inglés.

Pero Dickens adolece de exceso de sentimentalismo. No escribe al margen de su obra. Se identifica con cada uno de sus personajes. El primero de sus libros que logró una gran adhesión popular fue Los papeles póstumos del Club Pickwick, que fue publicado por entregas. Al principio le sugirieron que utilizara ciertas ilustraciones, y a ellas Dickens iba acomodando el texto. Y a medida que escribía el libro iba imaginando caracteres, intimaba con ellos. Sus personajes poco a poco adquirieron vida propia. Así pasa con Mr. Pickwick, que adquiere singular relevancia y es un caballero de carácter firme.  Lo mismo ocurre con los otros personajes.  El sirviente ve ciertas ridiculeces en su amor,  pero llega a quererlo muchísimo.

Dickens había leído poco,  pero entre sus primeras lecturas se contó la traducción del libro de Las Mil y Una Noches y los novelistas ingleses de influencia cervantina, novela de camino,  en la que el hecho de que los personajes se trasladen crea la acción,  las aventuras saltan al encuentro de los personajes. Pickwick pierde un proceso,  lo cree injusto y resuelve no juzgarlo y sufrir la condena.  Su sirviente,  Sam Weller,  incurre en deudas que no quiere pagar y lo acompaña a la cárcel. Es notable la afición de Dickens por los nombres extravagantes: Pickwick, Twist, Chuzzlewit, Copperfield.  Y se podrían mencionar muchos más.  Llegó a hacer fortuna con la literatura,  y la fama.  Su único rival era Thackeray. Pero aun a éste se cuenta que su hija le dijo una vez: «Papá, ¿por qué no escribe usted libros como el señor Dickens?» Thackeray era más bien un cínico, a pesar de que no faltan en sus obras momentos sentimentales.  Dickens era incapaz de pintar un caballero,  pero los hay en su obra. Conoció a la baja y a la alta burguesía íntimamente,  pero no así a la aristocracia que raras veces aparece en su obra.  Thackeray lo hace porque la conocía bien.  Dickens porque se sentía plebeyo.  Estas diferentes circunstancias las debemos hacer destacar: los diferencian.

Dickens recorrió Inglaterra haciendo lecturas públicas de su obra. Elegía capítulos dramáticos. Por ejemplo,  la escena del proceso de Pickwick.  Utilizaba una voz distinta para cada personaje, y lo hacía con extraordinario talento dramático. Los oyentes lo aplaudieron extraordinariamente.  Se dice que sacó el reloj,  vio que disponía de una hora y cuarto,  y que el tiempo de aplausos hizo perder parte de la lectura.  Intentó repetir la experiencia de Inglaterra en los Estados Unidos,  pero allí se hizo antipático. Primero, porque declaró que era abolicionista, y segundo,  porque defendió la causa de los derechos del autor. Él se sintió perjudicado y ofendido porque le parecía absurdo que los editores norteamericanos se enriquecieran imprimiendo partes cortadas de sus obras.  Los norteamericanos pensaron,  por el contrario, que estaba muy mal que él protestara por ese proceder. Así que al volver a Inglaterra publicó American Notes, pero pareció no darse cuenta de que Inglaterra estaba poblada de personajes ridículos,  mientras que los norteamericanos eran una nación nueva,  y atacó [a estos últimos] acerbamente.  Como he dicho,  Dickens gozó de gran popularidad,  se hizo rico por su obra,  y viajó a Francia,  a Italia,  pero sin tratar de comprender a esos países. Buscó continuamente episodios humorísticos que referir. Murió en 1870.  Le interesaron muy poco las teorías literarias.  Era un hombre genial,  que se interesaba a lo más en la ejecución de sus obras.

La estructura de sus novelas hace que sus caracteres se dividan en buenos y malos, absurdos y queribles. Quería hacer un poco lo del Juicio Final en sus obras,  y por eso muchos de sus finales son artificiales,  porque los malvados son castigados y los buenos reciben premios.

Hay dos rasgos para destacar.  Dickens descubrió dos cosas importantes para la literatura posterior: la niñez, su soledad, sus temores.  Esto se debe a su vida,  a la vida a la que fue lanzado desde niño.  En realidad,  no se sabe de cierto sobre su niñez.  Cuando Unamuno habla de la madre nos asombra. Por último, Groussac ha dicho que es absurdo que se dediquen capítulos a la infancia,  que es para él una edad vacía,  y que no se detenga en la juventud y en la adultez.  Dickens es el primer novelista que hace que la infancia de los personajes sea importante.

Dickens descubre además el paisaje de ciudad. Los paisajes eran de campos, de montañas,  selvas,  ríos.  Dickens trata sobre Londres.  Es uno de los primeros que descubre la poesía de los lugares menesterosos y sórdidos.

En segundo lugar,  debemos destacar que le interesó el lado melodramático y trágico, junto con el caricaturesco.  Sabemos por los biógrafos que esto influyó en Dostoievsky, en sus asesinatos inolvidables.  En la novela Martin Chuzzlewit, los personajes hacen un viaje en una especie de diligencia,  uno bajo el poder del otro.  Chuzzlewit ha tomado la decisión de matar a su compañero.  El coche se vuelca.  Hace lo posible para que los caballos lo maten, pero se salva. Al llegar a la posada cierra la puerta [de su habitación y se duerme] pero sueña que lo mata. Atraviesa el bosque y al salir está solo,  no arrepentido:  tiene temor de que al llegar a la casa lo esperará el asesinado. Dickens describe a Chuzzlewit, que sale solo del bosque. No está arrepentido de lo que ha hecho,  pero tiene el temor,  el absurdo temor,  de que al llegar a la casa lo estará esperando el hombre que ha asesinado.

Y luego,  en Oliver Twist,  tenemos una pobre muchacha,  Nancy,  y a esa pobre muchacha la estrangula Bill Sikes,  que es un rufián.  Y luego tenemos la persecución de Bill Sikes. Bill Sikes tiene un perro que lo quiere mucho,  y Bill lo mata porque teme ser identificado por el perro que lo acompaña. Dickens era muy amigo de Wilkie Collins. ¿No sé si ustedes han leído La piedra lunar o La dama de blanco? Dice Eliot que estas novelas son las más extensas de la literatura policial,  y acaso las mejores.  Dickens colabora con Wilkie Collins en unas piezas de teatro que se representan en casa de Dickens.  Y dice Eliot que Dickens debe haber dado a los papeles —porque era un excelente actor— una individualidad que no poseen en la obra. Wilkie Collins era un maestro en el arte de entretejer argumentos muy complicados,  pero nunca confusos.  Es decir, las tramas tienen muchos hilos,  pero el lector los tiene a mano.  En cambio Dickens,  en todas sus novelas anteriores,  había entretejido arbitrariamente los argumentos. Dijo Andrew Lang que si él tuviera que contar el argumento de Oliver Twist y lo amenazaran con la pena de muerte,  él,  que admiraba tanto a Oliver Twist,  iría ciertamente a la horca.

Dickens, en su última novela, The Mystery of Edwin Drood El misterio de Edwin Drood, se propuso escribir una novela policial bien construida,  a la manera de las que su amigo Wilkie Collins,  maestro en el género,  hacía.  Y la novela ha quedado inconclusa.  Pero para la primera entrega —porque Dickens siempre fue fiel al sistema de los folletines;  Dickens suele publicar sus novelas en volumen cuando habían aparecido en folletín— dio una serie de instrucciones a su ilustrador.  Y en una de ellas vemos a uno de los personajes en un capítulo que Dickens no alcanzó a escribir,  y ese personaje no proyecta una sombra. Y algunos han conjeturado que no proyecta sombra porque es un espectro.  En el primer capítulo,  uno de los personajes ha fumado opio y tiene visiones. Y esa visión puede pertenecer a la obra. Y dice Chesterton que Dios fue generoso con Dickens,  ya que le concedió un final dramático.  En ninguna de las novelas de Dickens,  dice Chesterton,  importaba el argumento: importaban los personajes, con sus manías, su vestimenta siempre igual y su vocabulario especial.  Pero al final Dickens resuelve escribir una novela de argumento importante,  y casi en el momento en que Dickens está por denunciar al asesino,  Dios ordena su muerte,  y así nunca sabremos cuál fue el verdadero secreto,  el oculto argumento de Edwin Drood —dice Chesterton—, salvo cuando nos encontremos con Dickens en el cielo.  Y entonces —dice Chesterton—, lo más probable es que Dickens ya no se acuerde y siga tan perplejo como nosotros.

Yo,  para concluir,  quería decirles que Dickens es uno de los grandes bienhechores de la humanidad.  No por las reformas por las cuales abogó y en las cuales logró éxito,  sino porque ha creado una serie de personajes.  Uno puede ahora tomar cualquier novela de Dickens,  abrirla en cualquier página,  con la certidumbre de seguir leyéndola y deleitándose.

Quizá la mejor novela para trabar conocimiento con Dickens,  ese conocimiento que puede ser precioso en nuestra vida, sea la novela autobiográfica David Copperfield,  en la que hay tantas escenas de la infancia de Dickens.  Y después Los papeles póstumos del Pickwick Club. Y luego, yo diría el Martin Chuzzlewit, con sus descripciones deliberadamente injustas de América y el asesinato de Jonás Chuzzlewit,  pero la verdad es que haber leído algunas páginas de Dickens, haberse resignado a ciertas malas costumbres suyas,  su sentimentalismo,  sus personajes melodramáticos,  es haber encontrado un amigo para toda la vida.”




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