Invisible
Eloy Moreno
Nube de Tinta, 2020
páginas: 136-137
"A partir de aquel día en el que le salvé la vida las cosas fueron a peor: cada vez más empujones por los pasillos, más zancadillas al entrar o salir de clase, más cosas que me metían en la cartera… pero todo lo hacían de una forma tan disimulada que nadie parecía ver nada.
En clase ya me había acostumbrado a que me tiraran de todo en la espalda: al principio solo eran papeles, gomas de borrar, trozos de tiza, escupitajos… pero después fueron tirándome cosas que ya hacían más daño: lápices, bolis, sacapuntas de esos de metal, algún día alguna pequeña piedra… el problema es que yo nunca hacía nada, nunca me rebelaba.
Lo que más le gustaba a MM era hacerme daño delante de gente, para que todos se rieran de mí, para sentirse importante, con poder.
A veces pensaba que me merecía todo lo que me estaba pasando, por ser tan cobarde, por no hacerle frente.
Yo pensaba que si no hacía nada, que si no le plantaba cara, al final se cansaría de mí y me dejaría en paz. Pero eso no sirvió de nada, sino todo lo contrario.
Recuerdo que al principio todo pasaba dentro del instituto: en clase, en los pasillos, en el recreo… nunca me habían hecho nada fuera, en la calle, por eso el día que ocurrió me pilló por sorpresa.
Aquel día aún volvía de clase con Zaro y Kiri. Me despedí primero de ella con un adiós, sin casi mirarnos. Me despedí a los pocos minutos también de Zaro.
La vuelta a casa la hacíamos casi siempre en silencio, nunca hablábamos de lo que me estaba pasando, creo que ellos no se atrevían a sacar el tema por si me hacían daño, por si me sentía mal, y yo prefería no decir nada, como si al no hablar de algo ese algo no existiera. Ya me dolía bastante tener que sufrirlo para después tener que hablar de ello.
Aquel día, en la esquina del supermercado, Zaro se fue hacia su casa y yo hacia la mía, por el parque. Allí fue donde me sorprendieron.
Salieron de detrás de un árbol y me rodearon. No me dio tiempo a reaccionar, me quedé quieto. De pronto me tenían allí, indefenso. Creo que ellos mismos se sorprendieron de lo fácil que había sido cazarme.
MM se colocó delante de mí y comenzó a reírse, a insultarme, a empujarme mientras otro grababa con el móvil. Un empujón, dos, tres, cuatro… hasta que caí al suelo. Me quitaron la mochila y la vaciaron, y risas, y más risas, y nada más. Demasiada gente alrededor.
—Aún tenemos que ajustar cuentas por lo del bocadillo —me dijo MM mientras se marchaban riendo."
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