condiciones de los refugiados en el Superdome Copyright: ASSOCIATED PRESS |
“En la comisaría, el viejo se sentó
en un banco con los demás, ladrones de tiendas la mayoría, que constituían la
última redada de la tarde. Se había colocado pulcramente sobre un muslo la tarjeta
de la Seguridad Social, la de la St. Odo Of Cluny Holy Name Society, una insignia
del Club Edad Dorada y una hoja de papel que le identificaba como miembro de la
Legión Americana. Un joven negro, con los ojos ocultos tras unas gafas de sol “Era
Espacial”, estudiaba el pequeño dossier emplazado en aquel muslo contiguo al
suyo.
—jCaramba! —dijo, sonriendo—.
Usté pertenece a casi to.
El viejo reordeno
meticulosamente sus tarjetas sin decir nada.
— ¿Y cómo es que han traío aquí a
una persona como usté? — las gafas de sol echaron humo sobre las tarjetas del
viejo—. Estos polis deben está desesperaos.
—Estoy aquí porque se han
violado mis derechos constitucionales —dijo el viejo, con súbita cólera.
—No van a creérselo, ¿sabe? Será mejó que invente usté otra cosa —una mano
oscura avanzó hacia una de las tarjetas—. Eh, oiga, ¿qué significa esto de “Edad
Dorada”?
El viejo cogió la tarjeta y
volvió a colocarla con las otras. —Esas tarjetitas no le servirán de ná. Le meterán
en la cárcel de tos modos. Ellos meten en la cárcel a tó el mundo.
— ¿Cree usted? —pregunto el
viejo a la nube de humo. —Claro —una nueva nube se alzó flotando—. ¿Cómo es que está usté aquí, hombre?
—No sé.
— ¿Qué no sabe? ¡Vaya! Qué locura.
Por algo será. A la gente de coló la cogen muchas veces por na, pero usté tié
que está aquí por algo, señó.
—La verdad es que no lo sé —dijo
lúgubremente el viejo—. Yo estaba con un grupo de gente delante de D. H.
Holmes.
—Y le robo la cartera a alguien.
—No, le llamé una cosa a un policía.
— ¿Pero qué le llamó?
—Comunista.
— ¡Comunista! Buuuu. Si yo le llamase a un policía
comunista, este culo estaría ya
entre rejas, seguro.
Pero me gustaría llamale comunista a un tipo de ésos.
En fin, yo estaba esta tarde en Wools-worth y un tipo va y roba una bolsa de
anacardos y el dependiente se pone a chillá como si le hubieran pinchao. ¡Paf! Inmediatamente
me agarra un tipo y luego un policía cabrón me saca de allí a rastras. Hay que
darle a la gente una oportunidá. ¡Sí señó! —chupó el cigarrillo—. Nadie me
encontró encima los anacardos; pero, de todos modos, el poli me saco de allí a
rastras. Creo que aquel tipo era comunista, un comunista hijoputa y cabrón. “
La conjura de los necios
John Kennedy Toole
pág 26-27
“Acabo de
salir de Nueva Orleans hace un par de horas. Viajé del apartamento en el que me
encontraba en un bote y me llevaron en un helicóptero a un campo de refugiados.
Si alguien desea conocer cómo tratan los funcionarios federales y estatales a
las víctimas del huracán Katrina, le aconsejo que visite uno de los campos de
refugiados.
En el campo de
refugiados que acabo de abandonar, en la autopista I-10 cerca de Causeway,
miles de personas (por lo menos un 90% negras y pobres) están paradas y en
cuclillas en el barro y la basura detrás de barricadas de metal, bajo un sol
implacable, con soldados fuertemente armados que montan guardia. (…)
Viajé por el
campo y hablé con trabajadores de la Cruz Roja, del Ejército de Salvación, de
la Guardia Nacional y de la policía estatal, (…) todos se quejaron del caos y
la desorganización. Un cámara de televisión me dijo “he estado en este campo
durante dos días, y la única información que te puedo dar es la siguiente: marchate
antes de que llegue la noche. No te conviene estar aquí de noche”.
Tampoco existe
ningún intento de parte de los que dirigen el campo por establecer algún tipo de organización o procedimiento
para, por ejemplo, formar una fila para
subir a los autobuses, recoger y registrar información para contactos, encontrar
a familiares, servicios de necesidades especiales para niños o enfermos, tratamientos
preventivos ante posibles epidemias, etcétera. Ni siquiera hay un lugar para
almacenar la basura.
Para
comprender las dimensiones de esta tragedia, es importante considerar la propia
Nueva Orleans. Para los que no han vivido en Nueva Orleans, se han perdido una
ciudad increíble, gloriosa, vital. Un sitio con una cultura y una energía como
no se encuentra en ningún otro sitio del mundo. Una ciudad en un 70%
africano-estadounidense donde la resistencia a la supremacía blanca ha apoyado
una cultura generosa, subversiva y única de vívida belleza. Desde el jazz, el
blues y el hiphop, Mardi Gras, desfiles, funerales de jazz, Nueva Orleans es un lugar con arte, música, danza, sexualidad y liberación sin comparación en todo
el mundo.(…)
Pero también
es una ciudad de explotación, segregación y miedo. (…) Hay una atmósfera de
intensa hostilidad y desconfianza entre gran parte de la Nueva Orleans negra y
el Departamento de Policía. En los
últimos meses, han acusado de todo a policías, desde tráfico de drogas a
corrupción y robos. En incidentes separados, dos policías de Nueva Orleans
fueron recientemente acusados de violación (¡uniformados!) y ha habido diversos
asesinatos policiales de jóvenes desarmados, incluyendo el asesinato de Jenard
Thomas, que inspiró continuas protestas semanales durante varios meses.
La ciudad
tiene una tasa de analfabetismo de un 40%, y más de un 50% de los niños negros
de noveno año no se graduarán. Louisiana
gasta un promedio de 4.724 dólares por la educación de un niño y está en el 48º
lugar del país en cuanto al salario que perciben sus maestros. Cada día
abandonan las aulas definitivamente el equivalente a dos clases y unos 50.000
estudiantes están ausentes de la escuela cualquier día del curso lectivo.
Demasiados jóvenes negros de Nueva Orleans terminan esclavizados en la Prisión
Angola, una antigua plantación de esclavos donde los reclusos siguen haciendo
trabajo agrícola manual, y más de un 90% de los reclusos terminan por morir en
la prisión. Es una ciudad donde la industria se fue hace años y la mayor parte
de los puestos de trabajo son empleos temporales y mal pagados en el sector de
servicios.
La raza ha
sido siempre una corriente subterránea en la política de Louisiana. Este
desastre natural se cimenta en el racismo, la negligencia y la incompetencia de
décadas. El huracán Katrina fue la chispa inevitable que inflamó la gasolina de
la crueldad y la corrupción. De los vecindarios abandonados a su suerte, el
trato dado a los refugiados, la presentación de las víctimas por los medios de comunicación.
Este desastre está configurado por la raza.
La política de
Louisiana es famosa por la corrupción, pero con la tragedia de esta semana
nuestros dirigentes políticos han definido un nuevo grado de incompetencia. Al
acercarse el huracán Katrina, nuestro gobierno nos llamó a “Orar porque el
huracán descienda” a un nivel dos. Atrapados
en un edificio dos días después del huracán, sintonizamos nuestra radio a pilas
en la radio local y las estaciones de televisión, esperando noticias vitales, y
nos dijeron que nuestro gobernador había llamado a un día de oración. A medida
que comenzaban a dominar los rumores y el pánico, no hubo una fuente de
información concreta y fiable. El martes por la noche, políticos y periodistas
dijeron que el nivel del agua subiría otros 4 metros –– pero en lugar de
hacerlo se estabilizó. Los rumores se diseminaron como un incendio y los
políticos y los medios sólo empeoraron las cosas.
Mientras los
ricos escapaban de Nueva Orleans, los que no tenían adónde ir y ningún modo de
llegar allí, se quedaron atrás. Para echarle sal a la herida, los medios
locales y nacionales pasaron la semana pasada demonizando a los que se quedaron
atrás. Por ser una persona que ama a Nueva Orleans, y a su gente, ésta es la
parte de la tragedia que más me duele, y me duele profundamente. Ninguna
persona racional sana debería calificar a alguien que toma alimentos de
negocios cerrados indefinidamente en una ciudad desesperada y hambrienta, como
“saqueador”, pero es precisamente lo que los medios hicieron una y otra vez.
Sheriffs y políticos hablaron de hacer que los soldados protegieran los
negocios en lugar de realizar operativos de rescate. (…)
En los
próximos meses, miles de millones de dólares probablemente inundarán Nueva
Orleans. Ese dinero puede ser utilizado para marcar el comienzo de un “Nuevo
Trato” para la ciudad, con inversión pública, creación de puestos de trabajo
estables, sindicalizados, nuevas escuelas, programas culturales y restauración
de viviendas, o la ciudad puede ser “reconstruida y revitalizada” como un
esqueleto de lo que solía ser, con hoteles más nuevos, más casinos, y con
tiendas de cadenas nacionales y parques temáticos que reemplacen los antiguos
vecindarios, centros culturales y clubes de jazz en los barrios. Mucho antes de
Katrina, Nueva Orleans fue atacada por un huracán de pobreza, racismo,
desinversión, desindustrialización y corrupción. Simplemente, costará miles de
millones reparar el daño causado por ese huracán anterior a Katrina. Ahora,
cuando el dinero comience a fluir, y los ojos del mundo estén enfocados en
Katrina, su pueblo vital y de mente progresista tiene que aprovechar esta
oportunidad para luchar por una reconstrucción con justicia. Nueva Orleans es
un sitio especial, y tenemos que luchar por su renacimiento.”
“Acabo de salir de
Nueva Orleans hace un par de horas”
fragmento de un
reportaje de Jordan Flaherty,
editor de Left Turn Magazine,
02/09/2005
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