21 d’ag. 2013

literatura del sur, 4

Elmore Leonard
Nueva Orleans, 11/10/1925
Detroit, 20/08/2013
“El sábado por la mañana, tumbada al sol con su chándal y su sujetador, Melanie estaba pensando que se había pasado los últimos diecisiete años tomando el sol, ganándose la vida como chica morena californiana. Estaba pensando que la mayoría de los tipos con los que se movía no veían mucho el sol. Frank, aquel de Detroit con el que estaba en las Bahamas cuando conoció a Ordell, hacía casi catorce años, sí que tomaba el sol. Era un gilipollas, pero le encantaba el sol. A los productores de cine no les gustaba. Ni a los empresarios japoneses, ni a los tipos de Oriente Medio que iban a las islas griegas. Mientras tomaba el sol solía leer cosas sobre estrellas de cine y gente guapa, sobre todas aquellas chicas de las que nunca había oído hablar y que de repente se hacían famosas. Pero nunca había leído qué les ocurría a las chicas que se ganaban la vida tomando el sol cuando el sol acababa de arruinarles la jodida piel y se encontraban viviendo con un negro que no le veía ningún sentido a eso de tomar el sol. En ese punto se encontraba Melanie en la terraza a sus treinta y cuatro años, en una tumbona manchada de loción bronceadora. No los oyó entrar.
No se enteró de que estaban en el salón hasta que Ordell le dijo: 
–Chica, mira quién ha venido. 
Volvió la cabeza y vio a Ordell y a un tipo que llevaba una chaqueta informal de color azul y una camisa amarilla, y acarreaba una gran bolsa de Burdine’s. Un tipo con pinta de bruto, con su chaqueta nueva recién sacada de la percha. No lo reconoció hasta que Ordell dijo:
–Es Louis, nena. –Eso provocó que se levantara y entrara corriendo en la sala, aguantándose las cintas del sujetador con los dedos para que no se le descubrieran los pezones. Ordell siguió hablando–: ¿A que todavía es guapa?
–Hostia, es verdad –exclamó Melanie–. Estás ahí de verdad. Louis, la última vez que te vi...
–Ya lo sabe –cortó Ordell–. Louis no quiere hablar de esa época.
–Imagino por qué –respondió Melanie.
Soltó el sujetador, dejando que cayera si le daba la gana, se acercó a Louis, le dio un beso en la boca y luego no se apartó de él.
–En aquella época pensaba que vosotros erais los dos tíos más bordes que he conocido jamás.
–Te acabo de decir que no quiere hablar de eso.
Ella seguía mirando a Louis.
–Pero os lo pasabais bien, ¿verdad? Con aquella caja de máscaras. Si hubierais creído que alguien iba a pagar el rescate, me habríais secuestrado.
Por fin, Louis sonrió.
–Sí, se nos ocurrió.
–Me dijo que estabas aquí y me moría de ganas de verte.
–Lo que Louis quiere ver es mi película de las armas. 
Melanie les preparó un vodka con tónica y se sentó para observar a Louis mientras Ordell pasaba la cinta por la tele –un vídeo que había comprado en una exhibición de armas– imponiendo su voz sobre las de la película.


 “Rum Punch”, 1992 
Elmore Leonard
fragmento

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