8 d’ag. 2013

new orleans

calle Chartres, Nueva Orleans
En 1718 el quebequés  Sieur de Bienville fundó, en nombre del rey de Francia, una estratégica ciudad portuaria,  construida cinco metros por debajo del nivel del mar, en el delta que el río Mississippi forma al verter sus aguas en el Golfo de México. 
La "ville" fue nombrada La Nouvelle Orleans (en honor de Felipe, Duque de Orleans) , y creció alrededor de una plaza de armas (que más tarde sería conocida como Jackson Square). La ciudad original se limitaba a la zona conocida hoy como “Barrio Francés”.

En 1762 el rey Luis XV le dio el dominio de la ciudad a su primo, y rey de España,  Carlos III. El dominio español fue relativamente corto (duró hasta 1801), pero España dejaría una profunda huella en la ciudad. Durante el dominio español, la ciudad fue pasto de las llamas, año 1788, en el que ardieron 800 edificios.  Nueva Orleans aún se estaba recuperando del primer incendio, cuando un segundo, en 1794,  destruyó 200 edificios más. Uno de  los pocos edificios franceses que lograron sobrevivir es el antiguo convento de las Ursulinas, en la calle  Chartres.  Su construcción data de 1752 y es el edificio más antiguo en todo el valle del río Mississippi.  Huelga decir que la mayoría de los edificios del barrio francés en realidad fueron construidos por los españoles.

En 1801 la ciudad vuelve a dominio francés pero, dos años más tarde, Napoleón vendió el territorio de Louisiana a los Estados Unidos. Tras la compra, los estadounidenses llegaron en masa a la ciudad, al igual que los inmigrantes europeos procedentes de Alemania, Irlanda y Sicilia.  La revolución haitiana de 1804 se tradujo en la llegada, en los años siguientes, de  miles de personas de  ascendencia afro-caribeña.

A mediados del ochocientos, la ciudad se convirtió en la cuarta más grande en los EE.UU. y en una de las más ricas: franceses, españoles, americanos, africanos, y criollos; aristócratas franceses y españoles, comerciantes, campesinos, soldados, esclavos, siervos, presos liberados, misioneros  y monjas crearon una sociedad permisiva y diferente a cualquier otra de la costa este de los EE.UU.  Nueva Orleans es la cuna del jazz, del blues y del rock and roll, así como fuente de inspiración de gigantes literarios como Mark Twain (por cierto, constantemente vilipendiado por nuestro héroe literario Ignatius Reilly), Tennessee Williams o William Faulkner.

Mark Twain


“El patrullero Mancuso bajaba  despacio  por la Calle Chartres ataviado con medias de malla y un jersey amarillo, atuendo que el sargento le había dicho que le permitiría detener sospechosos  auténticos y de fiar, en vez de abuelos y chicos que esperaban a sus mamás. Aquel atuendo era el castigo del sargento. Le había dicho a Mancuso que a partir de entonces tendría por única misión la de detener a tipos sospechosos, que la comisaría central de policía tenía un guardarropa con disfraces que permitiría a Mancuso ser un personaje distinto cada día. El patrullero Mancuso se había puesto las medias de malla delante del sargento, que le había sacado a empujones de la comisaría y le había dicho que como no se espabilara, le expulsarían del cuerpo.
En las dos horas que llevaba recorriendo el Barrio Francés, no había capturado a nadie. Dos cosas, sin embargo, le habían dado ciertas esperanzas. Había parado a un hombre que llevaba una gorra y le había pedido un cigarrillo, y el hombre le había amenazado con hacerle detener. Luego, abordo a un joven que vestía trinchera y sombrero de señora, y el joven le había dado un bofetón y se había esfumado.
Cuando el patrullero Mancuso bajaba por la Calle Chartres acariciándose la mejilla, dolorida aún del bofetón, oyó lo que le pareció una explosión. Con la esperanza de que algún sospechoso acabara de tirar una bomba o de pegarse un tiro, dobló corriendo la esquina y entro en St. Ann y vio la gorra verde de cazador vomitando entre los escombros.”
La conjura de los necios
John Kennedy Toole
pág 38


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