calle Chartres, Nueva Orleans |
En 1718 el
quebequés Sieur de Bienville fundó, en
nombre del rey de Francia, una estratégica
ciudad portuaria, construida cinco
metros por debajo del nivel del mar, en el delta que el río Mississippi forma al
verter sus aguas en el Golfo de México.
La "ville" fue nombrada La
Nouvelle Orleans (en honor de Felipe, Duque de Orleans) , y creció alrededor de una plaza de armas (que más tarde
sería conocida como Jackson Square). La ciudad original se limitaba a la zona conocida
hoy como “Barrio Francés”.
En 1762 el rey
Luis XV le dio el dominio de la ciudad a su primo, y rey de España, Carlos III.
El dominio español fue relativamente corto (duró hasta 1801), pero España
dejaría una profunda huella en la ciudad. Durante el dominio español, la ciudad
fue pasto de las llamas, año 1788, en el que ardieron 800 edificios. Nueva Orleans aún se estaba recuperando del
primer incendio, cuando un segundo, en 1794, destruyó 200 edificios más. Uno de los pocos edificios franceses que lograron
sobrevivir es el antiguo convento de las Ursulinas, en la calle Chartres. Su construcción data de 1752 y es el edificio
más antiguo en todo el valle del río Mississippi. Huelga decir que la mayoría de los edificios del
barrio francés en realidad fueron construidos por los españoles.
En 1801 la
ciudad vuelve a dominio francés pero, dos años más tarde, Napoleón vendió el
territorio de Louisiana a los Estados Unidos. Tras la compra, los
estadounidenses llegaron en masa a la ciudad, al igual que los inmigrantes
europeos procedentes de Alemania, Irlanda y Sicilia. La revolución haitiana de
1804 se tradujo en la llegada, en los años siguientes, de miles de personas de ascendencia afro-caribeña.
A mediados del
ochocientos, la ciudad se convirtió en la cuarta más grande en los EE.UU. y en una
de las más ricas: franceses, españoles, americanos, africanos, y criollos; aristócratas
franceses y españoles, comerciantes, campesinos, soldados, esclavos, siervos, presos
liberados, misioneros y monjas crearon una sociedad permisiva y diferente a cualquier otra de la
costa este de los EE.UU. Nueva Orleans es la cuna del jazz, del blues y del
rock and roll, así como fuente de inspiración de gigantes literarios como Mark Twain
(por cierto, constantemente vilipendiado por nuestro héroe literario Ignatius Reilly), Tennessee
Williams o William Faulkner.
Mark Twain |
“El patrullero
Mancuso bajaba despacio por la Calle Chartres ataviado con medias de
malla y un jersey amarillo, atuendo que el sargento le había dicho que le
permitiría detener sospechosos auténticos
y de fiar, en vez de abuelos y chicos que esperaban a sus mamás. Aquel atuendo
era el castigo del sargento. Le había dicho a Mancuso que a partir de entonces
tendría por única misión la de detener a tipos sospechosos, que la comisaría
central de policía tenía un guardarropa con disfraces que permitiría a Mancuso
ser un personaje distinto cada día. El patrullero Mancuso se había puesto las
medias de malla delante del sargento, que le había sacado a empujones de la
comisaría y le había dicho que como no se espabilara, le expulsarían del
cuerpo.
En las dos
horas que llevaba recorriendo el Barrio Francés, no había capturado a nadie.
Dos cosas, sin embargo, le habían dado ciertas esperanzas. Había parado a un
hombre que llevaba una gorra y le había pedido un cigarrillo, y el hombre le
había amenazado con hacerle detener. Luego, abordo a un joven que vestía
trinchera y sombrero de señora, y el joven le había dado un bofetón y se había
esfumado.
Cuando el
patrullero Mancuso bajaba por la Calle Chartres acariciándose la mejilla,
dolorida aún del bofetón, oyó lo que le pareció una explosión. Con la esperanza
de que algún sospechoso acabara de tirar una bomba o de pegarse un tiro, dobló
corriendo la esquina y entro en St. Ann y vio la gorra verde de cazador vomitando
entre los escombros.”
La conjura de los
necios
John Kennedy Toole
pág 38
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