estatua de
Ignatius en Nueva Orleans, en lo que fueran los almacenes
D.H. Holmes y que
ahora es el Hotel Chateau Bourbon.
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"Una gorra de
cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Las
orejeras verdes, llenas de unas grandes orejas y pelo sin cortar y de las finas
cerdas que brotaban de las mismas orejas, sobresalían a ambos lados como señales
de giro que indicasen dos direcciones a la vez. Los labios, gordos y bembones,
brotaban protuberantes bajo el tupido bigote negro y se hundían en sus
comisuras, en plieguecitos llenos de reproche y de restos de patatas fritas. En
la sombra, bajo la visera verde de la gorra, los altaneros ojos azules y
amarillos de Ignatius J. Reilly miraban a las demás personas que esperaban bajo
el reloj junto a los grandes almacenes D. H. Holmes, estudiando a la multitud
en busca de signos de mal gusto en el vestir. Ignatius percibió que algunos
atuendos eran lo bastante nuevos y lo bastante caros como para ser considerados
sin duda ofensas al buen gusto y la decencia. La posesión de algo nuevo o caro
solo reflejaba la falta de teología y de geometría de una persona. Podía
proyectar incluso dudas sobre el alma misma del sujeto."
La conjura de los necios
John Kennedy Toole
pág 15
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