"—Creo que será
mejor que te levantes de la cama, florecilla mía. Hay que recoger los
cuadernos, hay que reunir las notas. Podrías mirar debajo de la cama.
Myrna se
levantó de las pringosas sábanas, diciendo:
—He intentado
describirte a mis amigos del grupo de terapia de grupo, trabajando en esta
habitación, apartado del mundo. Esa extraña mente medieval en su claustro.
—Debió intrigarles
mucho, sin duda —murmuro Ignatius; había encontrado el saco y estaba echando en
él unos calcetines que encontró en el suelo—. Pronto podrán verme en carne y
hueso.
—Ay, cuando
vean las ideas originales que salen de esa cabeza.
—Jo jum
—Ignatius bostezó—. Quizá mi madre me haya hecho un gran favor al pensar en
volver a casarse. Los lazos edípicos empezaban a agobiarme ya —echó su yo-yo a!
saco—. Al parecer, has tenido un viaje sin incidentes por el Sur.
—No pude parar
ni un momento en todo el camino. Casi treinta y seis horas al volante —Myrna
estaba colocando en pilas los cuadernos—. Pare en un restaurante negro anoche, pero
no me sirvieron. Creo que fue por la guitarra.
—Debió ser
eso, sí. Te tomarían por una folclórica reaccionaria del campo. He tenido
cierta experiencia con esa gente. Son muy limitados.
—No puedo
creer realmente que esté sacándote de esta mazmorra, de este agujero.
—Es increíble,
¿verdad? Pensar que me opuse durante tantos años a tu sabiduría...
—Vamos a
pasarlo bárbaro en Nueva York, verás.
—Estoy
deseando llegar allí —dijo Ignatius, echando al saco el pañuelo y el sable—. La
Estatua de la Libertad, el Empire State, la emoción de un estreno en Broadway
con mis estrellas favoritas. Los
animados coloquios en el Village, ante
un exprés, con mentalidades sugestivas y contemporáneas.
—Por f in
vuelves a ser el que eras. De verdad. Apenas puedo creer lo que he oído esta
noche en esta casa. Resolveremos tus problemas. Estás entrando en una fase
completamente nueva y vital. Tu inactividad ha terminado. Estoy segura de ello.
Lo percibo. Piensa en las grandes ideas que fluirán de esa cabeza cuando
elimines por fin todas las telarañas y los tabúes y los lazos paralizantes."
La conjura de los necios
John Kennedy Toole
pág 362-363
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