Enrique Molist |
La librería
Molist fue fundada a principios de los años cuarenta del pasado siglo. En la
actualidad es la librería más antigua de A Coruña; la fundó Luis Molist,
continuó con ella su hijo Enrique y ahora es su nieta la que está al frente del
establecimiento.
Noticia
aparecida en el diario La Opinión,
de A Coruña, el tres de noviembre de 2012, con motivo del fallecimiento del
librero Enrique Molist:
por Gemma Malvido
Adiós al decano de
los libreros
“Fallece
Enrique Molist, el hombre que vendía ejemplares que nadie tenía en la ciudad y
que organizaba tertulias de intelectuales en la trastienda de su negocio
"Yo
quería abrir la tienda porque, si me viese mi padre, me reñiría",
explicaba ayer Mercedes Molist, la hija del librero Enrique Molist, que
falleció la madrugada del jueves al viernes, con 88 años tras dos de
enfermedad. En un día de despedida como el de ayer, los que le conocían se
acordaban de su amor a los libros, de que siempre encontraba lo que los
lectores ni sabían que buscaban y de que, en la trastienda, en los tiempos
difíciles de la dictadura, organizaba tertulias con sus amigos para poner un
poco de color al día a día.
Dice de él su
hija, Mercedes Molist, que era un hombre de esos que puede estar en una
conversación callado todo el rato y que, con solo abrir la boca, la gente
"se mea de la risa", de esos que se enamoran del mundo en el que
viven y que saben cómo conseguir que los demás entren en sus fantasías.
El decano de
los libreros coruñeses, Enrique Molist, fundador junto a su padre de la
librería que lleva el apellido familiar, falleció la madrugada del jueves al
viernes. Tenía 88 años y los dos últimos los pasó "muy mal", según
explica su hija que asegura, que los 86 restantes, sin embargo, estuvo
"perfectamente" y que fue feliz.
"Yo
quería abrir la tienda porque, si me viese mi padre me reñiría", recordaba
ayer la heredera de un apellido que, desde hace unos setenta años está ligado
inevitablemente a la literatura y a la búsqueda de paraísos escritos en la
ciudad.
En un día de
despedida, los que le conocían se acordaban de las cosas alegres, de que vivía
"por y para los libros", de que su librería fue para él como
"otra hija" y de que trataba a las historias que vendía como si
fuesen de su familia, buscándoles unos ojos que las leyesen con el mismo cariño
con el que él las recomendaba, las buscaba y las sentía. En los tiempos de la
censura tuvo algún ejemplar de esos que no habían recibido el visto bueno del
franquismo pero no tantos como cuenta la leyenda y es que parte de la fama de
vendedor de libros prohibidos, su familia defiende que se la crearon los fieles
al régimen, porque Molist nunca compartió sus ideas, sino las del bando
vencido.
La librería,
que se forjó cuando el padre de Enrique Molist empezó a traer ejemplares de Madrid
para complacer las peticiones de sus amigos, tuvo varias ubicaciones y,
finalmente, se ha quedado en la avenida de La Habana.
De los
antiguos locales se acordaba Enrique Molist en la última entrevista que le
concedió a este diario hace ya cuatro años, de la parte de venta al público
pero, sobre todo, de la trastienda, donde organizaba tertulias y el mundo era
menos gris. "Nos reuníamos con facilidad y sin temor porque éramos unos
inconscientes. Éramos cinco o seis, no siempre los mismos, pero estaba señalado
como un lugar de reunión de gente opuesta al régimen: Francisco Pillado, Manuel
Santiago, Domingo Quiroga, que había sido masón y republicano y había estado en
la cárcel; Arturo Taracido, Aneiros, Alonso Montero... También venían por allí
García Sabell, Seoane, Dieste, que era el mejor... Puedo presumir de que en
aquel momento yo era el librero que tenía más novedades. O Lugrís, que me
compraba las pinturas. Siempre se portó bien conmigo y me pagó. Compraba las
pinturas más baratas pero los mejores pinceles". Así recordaba Molist sus
años detrás del mostrador, buscando lo que nadie más podía encontrar y sus
tardes de trastienda.”
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