“Por otra parte sospecho que, si
se le hubiera concedido la oportunidad de escoger una enfermedad final, papá no
habría encontrado otra mejor que ésta. Al fin y al cabo, olvidar ha sido su
gran especialidad y, según la teoría que se esforzó en inculcarnos desde la
infancia, la clave de sus momentos de mayor felicidad. Trazar una raya en el calendario.
Empezar de nuevo. Reinventarse la vida. Pasar a otra cosa.
Bueno, por mucho que nos cueste aceptarlo,
ya sólo le queda pasar a morirse. Tal vez un día se olvide de respirar y luego
se olvide de sí mismo. Sería la culminación perfecta de su teoría. Si cada uno
tiene la muerte que le corresponde, ésa sería la suya. Olvidarse de ser. Papá
vivía montado en un globo, soltando el lastre de su pasado inmediato para ganar
altura cada vez que la vida lo zarandeaba. No niego que el truco funcionara,
pero ahora que la caída es irremediable no le queda lastre por soltar; ya no
tiene más que este presente devastado y tirarlo por la borda será lo mismo que
saltar él, abandonar el globo, abandonar la vida.
Es posible que a mí me ocurra lo
contrario. Yo no tengo globo; camino por la vida a ras de suelo. Cargo gustosamente
con el lastre del pasado, lo atesoro y permito que me acompañe a todas partes.
A mí lo que me molesta a menudo es el presente, esa jodida manía suya de
entrometerse en todo. Al pasado lo envías al bosque del olvido y permanece
allí, aun a costa de convertirse en alimaña. El presente, en cambio, te espera
al pie del bosque, en mitad del camino, y lleva un hacha en la mano. Estas
páginas son el mejor ejemplo. Yo quería recordar, aprovechar las horas de estas
noches tranquilas para atar alguno de los muchos cabos que andan sueltos por
ahí. Sin embargo, aquí está el presente, sembrando el camino de piedras. No sé
cuántas horas llevo escribiendo sobre las cosas del presente, que son mezquinas
a la fuerza: el malhumor de Alberto, las bromas de Luis, la pesada ausencia
mental de papá.”
Mentira
Enrique de Hériz
Edhasa, 2004
página150-151
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