Título: La amiga
estupenda
Autora: Elena
Ferrante
Editorial: Lumen
Páginas: 392
La autora:
Elena Ferrante
es el pseudónimo de una escritora italiana que durante muchos años ha querido
mantener su anonimato. Empezó a publicar en los años 90, pero no fue hasta la
publicación de La amiga estupenda en
2011 cuando saltó a la fama internacional y se desató la llamada “fiebre Ferrante”
con más de dos millones de libros vendidos y crecientes especulaciones acerca
de su identidad. En 2016 una polémica investigación periodística, siguiendo el
rastro de los derechos de autor, desveló que Elena Ferrante era en realidad la
traductora Anita Raja, aunque este
extremo nunca ha sido confirmado por ella, defendiendo su derecho a la
intimidad. En una entrevista vía mail Ferrante decía: “No me arrepiento de mi
anonimato. Descubrir la personalidad de quien escribe a través de las historias
que propone, de sus personajes, de los objetos y paisajes que describe, del
tono de su escritura, no es ni más ni menos que un buen modo de leer”.
La obra:
Con La amiga estupenda Ferrante inaugura
una tetralogía que tiene como telón de fondo la ciudad de Nápoles a mediados
del siglo pasado y como protagonistas a dos jóvenes mujeres aprendiendo a
gobernar sus vidas. La relación a menudo tempestuosa entre Lila y Lenú, las dos
protagonistas que nos deslumbran por la fuerza y la urgencia de sus emociones,
viene acompañada de un coro de voces que dan cuerpo a su historia y nos
muestran la realidad de un barrio pobre, habitado por gente humilde que acata
sin rechistar la ley del más fuerte. Se trata de un variado y estupendo
conjunto de personajes, un total de nueve familias en las que todos sus
miembros están bien definidos y personalizados. Estas familias tienen como
función establecer el colorido de la vida del barrio y del espacio social en
que se mueven, lleno de fantasías, frustraciones, enfrentamientos, anhelos y
anécdotas propias de la vida doméstica en un entorno cerrado, donde el afecto y
la brutalidad se confunden a menudo y donde los rígidos códigos de
comportamiento obligan a crecer muy deprisa.
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