Fragmento:
“Sin proponérselo, el pibe la
salva: ¿Tenés un minuto?, le pregunta a Brena. Tengo, dice él, guarda la caja
de Marlboro en el bolsillo de su camisa con resignación y le hace un gesto con
la cabeza que indica que lo acompañe a su escritorio. La mina ya mandó su
informe, le cuenta el pibe. ¿Qué mina?, pregunta Brena. La escritora que puso
Rinaldi en La Maravillosa. Nurit
Iscar. Sí, Nurit Iscar, confirma el pibe. Aprendete el nombre, le dice
Brena. Lo sé, pero estoy caliente. ¿Qué pasa? Que la mina inventa una teoría
que va a contramano con la mía y no podemos publicar mi nota al lado de la de
ella porque va a parecer que somos esquizofrénicos. Y, un poco somos. En serio,
yo no puedo publicar lo que manda. ¿En qué no están de acuerdo?, pregunta Jaime
Brena. Ella dice, basándose en pelotudeces que escuchó en un supermercado, que
la muerte de Chazarreta fue un asesinato y para mí está claro que el tipo se suicidó.
¿Por qué? Tenía el arma en la mano. Eso se planta, no es prueba suficiente. No
hay signos de violencia en la casa. No siempre hay signos de violencia en un
homicidio, sobre todo cuando está bien planeado. Y no hay cortes de defensa en
las manos de Chazarreta. Lo pueden haber degollado mientras dormía en el
sillón, con mucho alcohol encima; hasta ahora no me dijiste nada contundente.
¿Dice el informe si la mano derecha estaba llena de sangre?, pregunta Brena. Al
pibe le sorprende la pregunta: No, no dice nada, ¿por? Si no dice, seguro que
es porque no había sangre: Es asesinato, pibe. Varios sitios de noticias en
Internet se inclinan por la hipótesis del suicidio y hay montones de tweets y
retweets…, insiste el pibe de Policiales. Tuits y retuits, repite Brena. Y
luego: ¿Sabés cuál es tu problema, pibe?, mucho Internet y poca calle. Un
periodista policial se hace en la calle. ¿Cuántas veces te escondiste detrás de
un árbol vos?, ¿cuántas veces llamaste a un testigo de un crimen o a un
pariente del muerto haciéndote pasar por el comisario Fulano de Tal?, ¿cuántas
veces te disfrazaste para meterte en un lugar donde no te dejaban entrar? El
pibe no contesta, pero es evidente que nada hizo de lo que le pregunta Brena.
Acordate, pibe, mucha calle, ser entrador y mimetizarte con la situación: vos
tenés que ser el ladrón, el asesino, el muerto, el cómplice, lo que haga falta
para entenderles la cabeza. Y largá un poco la computadora, tanto Google te
está haciendo mal. ¿Te das cuenta de por qué los chinos lo prohíben? Internet
va a ser el nuevo opio de los pueblos, la nueva religión. Vení, sentate, le
dice Brena, y le ofrece su propia silla. Abre el cajón de su escritorio, agarra
una vieja regla de madera de unos veinte centímetros, se pone detrás de él y
apoya la regla sobre el cuello del pibe como si fuera a degollarlo pero sin
hacer todavía el movimiento. El pibe se estremece cuando la regla lo toca.
Brena le pregunta: ¿Cómo era el corte?, ¿paralelo al piso?, ¿hacia arriba?, ¿o
hacia abajo? Paralelo al piso y sobre el final levemente hacia arriba. Lo
mataron. ¿Por qué? Brena le da la regla. Degollate, le dice. El pibe lo mira
sin hacer nada. Degollate, pibe, le dice otra vez. Sin demasiado
convencimiento, el pibe mueve la regla de izquierda a derecha. ¿Dónde terminó
tu mano? Levemente hacia abajo. Si te estuvieras desangrando sería notoriamente
hacia abajo, es imposible cortarse uno mismo el cuello hacia arriba, es un
movimiento antinatural, pibe. Averiguá si la mano derecha estaba llena de
sangre, el primer chorro de sangre siempre va a parar ahí, a la mano que está
cortando las arterias. Pero no había cortes de defensa en las manos, insiste el
pibe. No importa, el tajo hacia arriba y la mano sin sangre son evidencias más contundentes,
no debe haber habido cortes de defensa porque a Chazarreta no le dieron tiempo
a despertarse y reaccionar. Vas a ver que cuando llegue la autopsia definitiva
va a decir que había mucho alcohol en sangre, seguro estaba dormido, borracho,
y hasta le pueden haber puesto algo en el whisky, un tranquilizante, por ejemplo,
o varios, o un puré de tranquilizantes. Entonces la mina puede tener razón. La
mina no, Nurit Iscar. Nurit Iscar, o Betibú. O Betibú, sí, ella debe tener
razón; ¿tiene los datos de la autopsia preliminar que te mandé a vos? No, no se
los di, pensaba guardar esa información para mi nota. Está bien, hay que ser
tacaño con la información de uno, aprueba Brena. Ella se basa en comentarios de
lo más pelotudos, dice el pibe, ya te dije, cosas que escuchó mientras compraba
un yogur en el supermercado, por ejemplo. Ves, calle, ella encuentra en la
calle, aunque no parezca, el supermercado de La Maravillosa, en este asunto, es
la calle. ¿Puedo leer lo que escribió? Te lo mando a tu mail, le dice el pibe. No,
pibe, imprimímelo, yo soy de la generación paper.”
Betibú
Claudia Piñeiro
Alfaguara, 2011
Pág. 104-107
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