8 d’ag. 2021

lenguas exiliadas i 8

 

Mi hogar es cualquier parte

Carla Fibla García-Salas

Libros.com, 2021

páginas: 458

Llegar a un país y poder sentirte de ahí

por Analía Iglesias

El País, 29/07/2021



"Para hablar de integración. Para disparar el necesario debate sobre el siguiente paso de la vida de una persona que ha migrado y decide instalarse en un territorio que compartirá con los que allí nacieron. Es por eso que la periodista Carla Fibla escribió Mi hogar es cualquier parte (Libros.com), que acaba de presentarse en España. Porque su historia de origen nos concierne, pero también lo que esta persona esperaba de nosotros, de este otro paisaje que a veces le trunca las expectativas, pero cuyo horizonte siempre puede volver a despejarse, si somos capaces de escuchar.

Uno de cada cuatro solicitantes de asilo ha dormido alguna vez en la calle en España, nos cuenta Fibla (Valencia, 1973), en la introducción. Nadie como ella, que ha vivido en Egipto, Marruecos, Jordania y que, actualmente, reside en Sudáfrica, para este ejercicio de escucha sobre lo que supone estar lejos de casa, algo que puede no estar reñido con el sentirse como-en-casa. Porque, por paradójico que parezca, el hogar puede, efectivamente, construirse en cualquier parte.

En esta aventura la guiaron, desde el primer momento, dos autores: la socióloga marroquí Fátima Mernissi, en El hilo de Penélope/ Les simbad marocains, y el periodista polaco Ryszard Kapuscinski, a través de su Encuentro con el otro. En este último se lee: “El encuentro con el otro no es algo sencillo y automático, sino algo que necesita de una voluntad y un esfuerzo que no todo el mundo –y no siempre– está dispuesto a afrontar”. Para ello, será necesario, dice Fibla, “hacer el esfuerzo de acercarse, comprobar cómo nos sentimos y decidir qué implicación queremos tener, hasta qué punto estamos dispuestos a que lo que le pasa al otro nos afecte”.

Mi hogar es cualquier parte, que se financió a través del micromecenazgo, continúa otro trabajo suyo ya publicado, un audiolibro en colaboración con Nicolás Castellano, llamado Mi nombre es nadie. El viaje más antiguo del mundo (Icaria, 2008).

La obra pretende ensanchar un camino de acceso a la realidad total de las migraciones, desde los grandes números que suelen aturdirnos hasta las voces individuales y sus contextos sociales de origen, tránsito y llegada, sin dejar de poner en cuestión cada uno de los absolutos que suelen abundar en la mayoría de las crónicas mediáticas. Ese camino se estructura a través de la exposición de las estadísticas actualizadas, de una conversación con Nicolás Castellano –experto en migraciones de la Cadena SER–, de los testimonios de unas treinta referencias más (activistas, periodistas, trabajadores de ONG, académicos, letrados y juristas) que analizan si las personas migrantes están construyendo un hogar en España, del debate sobre la utilidad de las fronteras y la dirección de seguir por la senda actual.

Con todo, también hay rutas-hogar, que son las que Fibla intenta construir, junto a asociaciones y personas en movimiento cuyo aporte es valioso y sus iniciativas, imprescindibles, en la sociedad a la que llegan. La propuesta sobre tal red de personas, colectivos y asociaciones se une a una amplia recomendación bibliográfica y a las infografías de El orden mundial que apoyan el relato.

“Occidente venera a esos internacionalistas pangeístas que van en busca del corazón de las tinieblas, pero combate a los que vienen guiados por la luz de la razón. Son extranjeros. Nada más alarmante que el extranjero que llega”, anticipa la fotógrafa Sofía Moro en el prólogo, que nombra a Don Quijote, Ulises y Marco Polo, para recrear aquella constatación del que parte como ciudadano para regresar como extranjero.

De hecho, hay cifras referidas a porciones de la Tierra, en este caso, a nuestro territorio, que apenas nos dejan aproximarnos al fenómeno global, relacionado con la naturaleza del ser humano, como es el deseo o la exigencia de desplazarse. Entre ellas, Fibla menciona que el saldo vegetativo negativo de España (más defunciones que nacimientos) se compensó, en 2019, gracias al balance positivo entre inmigraciones y emigraciones, en 451.391 personas, según el Instituto Nacional de Estadística. O que, por ejemplo, de los 5.235.375 extranjeros que había en España en 2020, un 6,33% nacieron en España. Efectivamente, se puede ser ciudadano y extranjero, en las dos direcciones y en todas sus acepciones.

En la reciente presentación del libro, en la Casa Árabe de Madrid, Castellano destacó en Fibla su “capacidad por persistir” en este asunto, al tiempo que señalaba una risueña analogía: “Todo el mundo cree saber de inmigración como cree saber de fútbol y esta realidad no se explica con titulares facilones”. He aquí, según él, “un trabajo de documentación muy importante, que excede la realidad de la migración irregular por la vía marítima, que sigue representando un porcentaje pequeñísimo de esas más de cinco millones de personas no nacidas en España que viven con nosotros; con un enfoque que va mucho más allá del paterismo o la frontera sur, que siguen siendo noticia, e incluso va más allá de la ruta canaria, que es la ruta más mortífera del mundo”.

Hay, según el experto de la Cadena SER, una “valla interna”, fronteras dentro de España, que tiene que ver con las dificultades inmensas que se le presentan a cualquier extranjero “para obtener la documentación o para acceder a un permiso de residencia y trabajo o de reagrupación familiar”.

En el libro de Fibla se lee: “España no es un país de acogida, cuando se analizan los datos oficiales. No lo es con los demandantes de asilo, que, además de verse obligados a esperar meses o años, observan cómo una minoría de sus solicitudes se soluciona favorablemente. Tampoco lo es en materia de deportaciones: el Ministerio del Interior deportó, en 2019, al 30% de personas con una orden de abandonar el territorio (11.153) y la media de la unión europea es del 29%. En los últimos años se han firmado 30 acuerdos bilaterales con países que aceptan el retorno de sus nacionales”.

Además de esta carrera de obstáculos físicos que a veces parecen insalvables, también están las fronteras de la xenofobia y el racismo cotidiano, o los impedimentos prácticos ligados a las condiciones generales de una población acorralada por la crisis económica persistente, como es el precio de la vivienda.

Ambos periodistas contaron que se puede tener otra percepción del fenómeno migratorio a través de las comunidades vecinales, aunque parte de las políticas de Estado de los últimos años circulen por senderos demasiado distantes a los de un hogar. De ahí el valor de las conversaciones con esas personas que pueden aportar vivencias y profundidad al concepto de pertenencia, que no tiene que ver con lo institucional. En este sentido, durante el acto de presentación se destacó un encuentro que Fibla organizó durante seis horas en su propia casa y que ocupa 30 páginas del libro, entre tres mujeres jóvenes con perfiles muy diferentes: una estudiante marroquí, una refugiada somalí y una española afrodescendiente. “Les ofrecía palabras (color de piel, velo, por ejemplo) y ellas me decían lo que significaban en esta sociedad cada uno de estos términos”, comentó la autora.

“Las comunidades van ganando espacio público, pero también necesitamos que la sociedad local se implique”, sostuvo Fibla, que en la actualidad trabaja en la revista Mundo Negro. Para esta obra, viajó por varias ciudades españolas, en un intento por entender de dónde sale la visión distorsionada sobre las personas en movimiento que permite “la violación de sus derechos en Europa”, según sus propias palabras.

En cuanto al concepto integración, la periodista afirmó que hay indefensión: “Necesitan espacios seguros, que están creando y dando un salto importante para organizarse, aunque los gobiernos no hayan tenido en cuenta a las comunidades de personas no nacidas en España”. Para aclarar este punto, Castellano añadió: “No hay una prioridad en derechos sino una mirada securitaria sobre las migraciones”. “Llegar a un lugar y poder sentirte de allí es uno de los derechos que todos deberíamos poder tener”, concluyó Fibla."



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