Javier Reverte: el viaje, la literatura y el libro
por Julio Peñate Rivero
Universidad de Friburgo
en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
“El viaje es una dimensión inherente a la historia de las diferentes sociedades humanas, que se han ido recomponiendo y desarrollando gracias a los desplazamientos y al intercambio que éstos han generado. La cultura occidental se ha enriquecido con las referencias transmitidas por múltiples documentos históricos, religiosos, literarios (la Anábasis, la Biblia, la Odisea) y otros cuyo estatuto ha evolucionado con los siglos, como El libro de las maravillas de Marco Polo, leído hoy más como discurso literario que como documento histórico. Esta dimensión también se halla firmemente arraigada en la literatura española (Poema del Cid, el Lazarillo, el Quijote) y cultivada con especial énfasis en los últimos siglos (Alarcón, Pardo Bazán, Galdós, Unamuno, Cela, Leguineche).
La gran cantidad de textos existentes, ficcionales o referenciales, en aumento constante, contrasta con la relativa escasez de estudios dedicados a un componente tan sistemático de la producción literaria, acaso precisamente por serlo: dado que su presencia es evidente, casi inevitable1, resulta «innecesario» ocuparse de ella. Otra «evidencia» ampliamente compartida es que la temática del viaje ha dado, por lo general, textos de interés más bien secundario, no comparables con los de la literatura de creación. Sin embargo, y como debe ser regla en todo tipo de investigación (literaria, de ciencias humanas o de ciencias «duras»), el cuestionamiento de las evidencias constituye un requisito previo para el progreso del conocimiento. En cuanto a la primera (la presencia casi inevitable del viaje), basta precisar por ahora que no se pretende extender la reflexión a todo texto que contenga un desplazamiento de personajes sino a aquellos en los que el viaje constituya un elemento central, con influencia en sus protagonistas, en la acción y en el conjunto del discurso textual. Referente a la segunda, notemos que, por un lado, tal vez cae en una simplificación abusiva (retener como corpus de estudio sólo los libros no ficcionales, olvidando que el Quijote puede ser leído también en clave viajera) y, por otro, jerarquiza la calidad literaria poniendo la ficción como cima de la misma (con lo que buena parte de la poesía lírica debería ser catalogada como secundaria).
Para contribuir a avanzar por este inmenso y atractivo campo de estudio, empezamos hace algunos años una investigación cuyos primeros resultados se plasmaron en el volumen colectivo Relato de viaje y literaturas hispánicas, resultado directo del congreso celebrado con el mismo nombre en la Universidad de Friburgo en mayo de 2004. Junto con una serie de elementos teóricos destinados al análisis textual, presentamos allí un amplio panorama de las letras hispánicas que demostraba el alcance del fenómeno desde la Edad Media hasta la actualidad. La etapa siguiente habría de ser el paso de la panorámica y de los conceptos generales al estudio de un «caso» concreto que permitiera profundizar, comprobar y matizar lo allí observado. El problema fundamental era la elección de un autor suficientemente representativo de nuestro campo de estudio, con una obra madurada y consistente y, a ser posible, dispuesto a colaborar en nuestra investigación respondiendo a las interrogaciones que se le formularan.
Javier Reverte se impuso enseguida como el autor idóneo para nuestro proyecto: en movimiento casi continuo desde su juventud, ha convertido el viajar en filosofía, arte y medio de vida. El viaje preside, de una forma o de otra, el conjunto de su producción literaria: tanto la modalidad textual más visible en este campo (la del relato de un viaje realmente efectuado a algún lugar del planeta) como la creación ficcional en la que el viaje y sus implicaciones se convierten en elemento dinámico esencial de la narración. Dentro de la ficción abarca igualmente obras en las que el viaje aparece en modalidades diferentes: llevado a cabo por los protagonistas (Trilogía de Centroamérica), ansiado pero sin realizarse (Todos los sueños del mundo, Lord Paco) o tratado, con el mismo fondo temático pero bajo forma diferente en la obra ficcional y en el relato de viaje (La noche detenida y Bienvenidos al infierno: en ambos casos, el drama de Sarajevo martirizado por la guerra). Añadamos que incluso la creación poética de Reverte (recogida en Trazas de polizón) aparece en cierto modo guiada por la inquietud del viaje, tanto a nivel argumental como de problemática interna. Por otra parte, el rigor y la amplitud de su cultura viajera, presentes en cada una de sus publicaciones, manifiestan hasta qué punto su percepción del mundo es tributaria de los viajes realizados o leídos.
Por todo ello, no extraña que nuestro autor posea una visión (casi diríamos una «poética») del viaje particularmente madurada según se puede percibir en sus diversos libros, artículos y entrevistas y con una coherencia admirable. Precisamente esta «poética» va a ser el asunto de las líneas siguientes: el objetivo no es repetir lo que Reverte dice en este mismo libro sino desarrollar algunos elementos allí presentes y ofrecerlos al lector de tal modo que perciba la continuidad y la coherencia del pensamiento literario del escritor, así como su inserción en nuestra problemática y el interés que presenta para avanzar en ella.
Digamos antes que Javier Reverte tiene el gran mérito, compartido con muy pocos escritores, de actualizar y de renovar la literatura de viajes en España: recordemos el rechazo editorial en 1994 de El sueño de África, motivado en parte porque «los libros de viaje no interesaban al lector de hoy». A partir de su publicación en 1996, y gracias en buena medida a la demanda de los lectores, la literatura viajera se afirma con múltiples novedades, reediciones, colecciones, premios, secciones en la prensa diaria, revistas y espacios televisivos: el libro de viajes no sólo interesa sino que se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales más llamativos de nuestros días. “
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