L'amic Joan Salvà, antic veí de Montflorit i un dels impulsors del club de lectura origen de Vespres Literaris, ens fa arribar un relat breu titulat "Una historia de barrio", on rememora la seva infància al barri de Gràcia de Barcelona ; relat amb què ha obtingut el segon premi de narrativa del concurs organitzat per la Creu Roja de l'Alt Maresme per a la gent gran.
Ens és molt grat presentar-lo en aquest espai.
Enhorabona, Joan, pel premi i per compartir el relat!
UNA HISTORIA DE BARRIO
“Corría desesperadamente como si le persiguiera el diablo, sujetando con ambas manos el cucurucho de aceitunas que le había obsequiado el Sr. Josep, del colmado de ultramarinos.
Por detrás le llegaban los gritos de sus perseguidores, chavales del barrio ansiosos por capturarlo mientras sus piernas le impulsaban calle arriba como las bielas de un motor de explosión.
El origen de aquella papelina derivaba del encargo que le había hecho su madre, un kilo de café en grano que ahora llevaba en un bolso, colgando en bandolera.
Aquel comercio reunía, para él, un mundo maravilloso y misterioso a la vez que colmaba sus sentidos y exacerbaba su imaginación.
Bajo el mostrador, una pica de mármol por donde corría un chorrito de agua, albergaba tiras de bacalao amortajadas en pleno proceso de desalado mientras que por encima colgaban blancas y brillantes pencas a la espera de ser descolgadas a petición de la clientela.
En un extremo, varios cubiletes contenían diversos tipos de encurtidos: aceitunas, pepinillos, guindillas, anchoas y otras maravillas adobadas junto a barriles con sardinas saladas y arenques ahumados, en perfecta formación circular que hacían salivar a Joanet solo de verlo.
Al otro lado, unas bombas enormes albergaban los émbolos que hacían subir el aceite hasta el surtidor y enormes pastillas de jabón se amontonaban en una caja de madera, al fondo.
Al entrar, un olor invadía las narices, el aroma del café en grano que constantemente molían en un ruidoso aparato y cuyo manejo era exclusivo del Sr. Josep.
Todo este universo formaba parte de la geografía del barrio, junto a la vaquería, la carpintería de Manolo y al final de la calle, en la plaza, el convento de las monjas donde asistía a la escuela junto con sus perseguidores, otrora compañeros de clase y pillerías.
Estaban a punto de alcanzarlo redoblando esfuerzos ya que lo habían pillado en el momento de salir del colmado y conocían el botín. Empezaba a faltarle el resuello y próximo a la rendición tuvo una idea que podía ayudarle en su fuga y acercarlo al refugio del hogar. En mitad de la calle existía la bodega del Tano, antro donde se trasegaba vino y derivados, en cuyo largo pasillo se amontonaban hasta el techo enormes botas de roble.
En alguna ocasión le había enviado su padre a por vino y los domingos era muy común que los mayores tomaran su vermut con aceitunas. Al entrar, el fuerte olor a vino y a bota dominaba sobre cualquier otro y los parroquianos parecían formar parte del decorado.
Pese a sus reticencias, se introdujo en aquel mundillo conocido buscando refugio y la voz del Tano resonó en sus oidos: Ep Joanet, donde vas con tanta prisa?
Apenas le salieron las palabras pero levantando el brazo señaló a sus perseguidores que ya se les veía cercanos, sus rostros acalorados, la mueca triunfante por la proximidad de la presa.
Tira padentro ! le indicó Tano señalando el pasillo que, flanqueado por las oscuras barricas, se sumía en la oscuridad mas absoluta mientras aquel salía del mostrador y plantándose en la puerta de su taberna les espetaba a los chavales: venga pa casa, nois, que aquí no tenéis nada que hacer !
Sus ojos comenzaron a acostumbrarse a la oscuridad y tanteando las paredes llegó al final del pasillo donde en una amplia sala la Sra. Amparo cocinaba en un fogoncillo algún guiso para el almuerzo.
Tras las explicaciones pertinentes, la mastresa que conocía a sus padres, le revolvió el cabello y apaciguándole dijo: tranquilo que estás a salvo. Conduciéndole hasta el fondo de la estancia llegaron hasta un enorme portalón de madera que hacía las veces de pared y abriendo una pequeña puerta incrustada dejó a la vista la calle donde vivía, justo en el otro extremo de la entrada de la bodega. Agradeciéndole a la Sra. Amparo su salvación, se dirigió a su casa, subió las escaleras hasta el piso y llamó al timbre donde le abrió la puerta su madre y al verlo acalorado y con la ropa desajustada le soltó: pero bueno, donde te habías metido, hace una hora que te envié a por café ?
I Joanet, ya mas tranquilo y orgulloso del final de su hazaña pensó: si yo te contara mami !!!!”
Me ha encantado el relato del amigo Joan... “ Una historia de barrio”... de auténtico Barrio, que también es Universo dando forma a nuestro cuerpo de barro y a nuestra manera de mirar y de ver y de pensar y de sentir.
ResponEliminaJoan recorre episodios de su infancia y los va endulzando hábilmente ayudándose para ello de ese aliado poderoso y protector que es el olfato, utiliza su memoria de olores; nuestro refugio de recuerdos imborrables, para llevarnos a esos lugares que nunca dejaron de existir. Efectivamente, podemos seguir viendo, y hallando tal como fue, una edad y tiempo de Joan que es más parte de su presente que de su pasado, de la misma manera que seguimos percibiendo aquella infancia en nosotros ..... “cada vez que no nos miramos al espejo”.
Es un regalo su relato, y creo que la ficción que pueda haber en él solo contribuye a darle más brillo, más luz y color a su certeza, pues donde hay ternura siempre reside lo verdadero, lo auténtico, lo que nos acaricia el alma.
Un abrazo grande y mi agradecimiento y mis felicitaciones para Joan. Todo mi cariño y reconocimiento por vuestra labor también para tod@s vosotr@s, mis buuenos y queridos amigos de Vespres.
De este amigo incondicional llamado Francisco.
En Sanlúcar de Barrameda, a 1 de Mayo de 2022.