Os presentamos un nuevo trabajo del taller de música, en este caso el propuesto por nuestro compañero Andrés.
Para el mismo, ha elegido un fragmento del cuento de Julio Cortázar “El Perseguidor”, publicado en 1959, un particular homenaje del autor de Rayuela al genial saxofonista Charlie Parker.
El resultado: uno de los cuentos más innovadores y conocidos de la literatura hispanoamericana del XX. Se trata de un relato breve y que cuenta con un ritmo parecido al del jazz y una historia metafísica que habla sobre el tiempo y sobre la persecución.
El resultado final del trabajo se ha logrado, comenta nuestro compañero, gracias a la insustituible ayuda técnica de Xavier Martorell.
Por último, Andrés nos indica que añadamos estás palabras del autor argentino sobre el jazz:
“... el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, salta barreras, burla aduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald mientras en París Kenny Clarke inaugura una cave y en Perpignan brincan los dedos de Oscar Peterson, y Satchmo por todas partes con el don de ubicuidad que le ha prestado el Señor, en Birmingham, en Varsovia, en Milán, en Buenos Aires, en Ginebra, en el mundo entero, es inevitable, es la lluvia y el pan y la sal, algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folklore: una nube sin fronteras, un espía del aire y del agua, una forma arquetípica, algo de antes, de abajo, que reconcilia mexicanos con noruegos y rusos y españoles, los reincorpora al oscuro fuego central olvidado, torpe y mal y precariamente los devuelve a un origen traicionado, les señala que quizá había otros caminos y que el que tomaron no era el único y no era el mejor, o que quizá había otros caminos y que el que tomaron era el mejor, pero que quizá había otros caminos dulces de caminar y que no los tomaron, o los tomaron a medias, y que un hombre es siempre más que un hombre y siempre menos que un hombre, más que un hombre porque encierra eso que el jazz alude y soslaya y hasta anticipa, y menos que un hombre porque de esa libertad ha hecho un juego estético o moral, un tablero de ajedrez donde se reserva ser el alfil o el caballo, una definición de libertad que se enseña en las escuelas, precisamente en las escuelas donde jamás se ha enseñado y jamás se enseñará a los niños el primer compás de un ragtime y la primera frase de un blues, etcétera, etcétera.
I could sit rigt here and think a thousand miles away
I could sit rigt here and think a thousand miles away
Since I had the blues this bad, I can’t remember the day…
Rayuela, capítulo 17
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