Paseos por Roma
Stendhal
1829
Es Paseos por Roma un gran libro de viajes en todos los sentidos. Narra, a modo de diario de viaje, los recorridos que el escritor realizó durante sus múltiples viajes a la ciudad eterna. Se escribió entre 1828 y 1829. En él, Stendhal recorre Roma por todos sus rincones, de norte a sur y de este a oeste, casi sin dejar ningún palmo sin visitar y sin describir.
En su recorrido repasa concienzudamente todas las obras de arte que se encuentra a su paso. Pero no solo hay arte en el libro, también mucha historia.
"17 de agosto de 1827
Una vez, a fines de la Edad Media (1377), Roma quedó reducida a una población dé treinta mil habitantes; el señor cardenal Espina decía ayer hasta doce mil; actualmente tiene ciento cuarenta mil. Si los papas no hubieran vuelto de Aviñón, si la Roma del clero no hubiera sido construida a expensas de la Roma antigua, tendríamos muchos más monumentos de los romanos; pero la religión cristiana no hubiera hecho una alianza tan íntima con la belleza; no veríamos hoy ni San Pedro, ni tantas iglesias magníficas extendidas por toda la tierra: San Pablo de Londres, Santa Genoveva, etc. Nosotros mismos, hijos de cristianos, seríamos menos sensibles a la belleza. Acaso a los seis años habéis oído hablar con admiración de San Pedro de Roma.
Los papas llegaron a estar enamorados de la arquitectura, ese arte tan eterno que tan bien se entiende con la religión del terror; pero gracias a los monumentos romanos, no se quedaron en el gótico. Esto fue una infidelidad al infierno. Los papas, en su juventud, antes de subir al trono, admiraban los restos de la antigüedad. Bramante inventó la arquitectura cristiana; Nicolás V, Julio II, León X fueron hombres dignos de emocionarse ante las ruinas del Coliseo y ante la cúpula de San Pedro.
Cuando Miguel Ángel, ya muy viejo, trabajaba en esta iglesia, lo hallaron un día de invierno, después de caer una gran nevada, errando por entre las ruinas del Coliseo. Iba a elevar su alma al tono necesario para sentir las bellezas y los defectos de su propio dibujo de la cúpula de San Pedro. Tal es el poder de la belleza sublime; un teatro da ideas para una iglesia. "
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