4 d’ag. 2020

los pájaros del perú, uno



un cuento de Romain Gary

“Él caminó hacia la terraza y nuevamente tomó posesión de su soledad: las dunas, el océano, los miles de pájaros muertos que estaban sobre la arena, un botecito, los mohosos pedazos de una red, y ocasionalmente algunos nuevos signos que aparecían de repente como la carcasa de una ballena varada; huellas de pasos en la arena, una hilera de botes pesqueros a la distancia. Más allá las islas guaneras se erigían como blanquecinos fantasmas sobre el horizonte que hendían el cielo gris. El café estaba construido con postes de madera hendidos en las dunas; la carretera de Lima pasaba a pocos metros de allí. Una escalerilla que lo conectaba con la playa; él la descolgaba solo por las mañanas desde la vez que dos convictos escapados de la cárcel de Santa Cruz lo habían golpeado cuando dormía, y después, por la mañana los había encontrado completamente borrachos en el bar.

 Él se recostó en la baranda y fumó su primer cigarrillo, mirando a los pájaros que habían caído en la arena durante la noche: algunos aún estaban vivos y temblaban. Nadie había podido dar una buena explicación por qué las aves abandonaban las islas para morir aquí, en la playa. Ellos nunca iban más al norte, o más al sur sino exactamente a esta faja angosta de arena, exactamente de tres kilómetros de largo. Tal vez para ellos fuera un cementerio sagrado, algo así como Benares en la India, donde el creyente va a liberarse de su fantasma: los pájaros dejaban sus carcasas aquí antes de volar al más allá por siempre. O tal vez ellos simplemente volaban directo de las islas guaneras, las cuales eran rocas desoladas y frías mientras que la arena era suave y calurosa; cuando ellos sentían que llegaba su hora, y su sangre empezaba a enfriarse, empezaban a desear calor y sólo les quedaba la suficiente fuerza para intentar el cruce del agua que los separaba de la playa.

 Siempre había una explicación científica para todo. Naturalmente, un hombre siempre puede refugiarse en la poesía, hacer migas con el océano, escuchar su propia voz, continuar creyendo en los misterios de la naturaleza. Un poco de poeta, un poco de soñador... El había venido a esta playa en el Perú, al pie de los Andes porque era tiempo de cambiar: después de haber peleado en España, luego en la resistencia francesa y por último en Cuba, a los 47 años había aprendido al fin la lección y ya no esperaba nada de las nobles causas o de las mujeres: era tiempo de establecerse en un hermoso paisaje. Los paisajes rara vez te traicionan. Un poco de poeta, un poco de...También la poesía pronto será explicada científicamente, estudiada como se estudia una simple secreción de las glándulas. La ciencia avanza triunfalmente en la humanidad desde todos lados. Un hombre cualquiera viene aquí para poner un café en las dunas de la costa peruana con tan sólo el océano como compañía, aunque también hay una explicación para eso: ¿No es el mar una promesa de lo que hay más allá - de una vida eterna, una reafirmación de la supervivencia o la última consolación? Esperemos que el alma humana no exista; esa sería su única oportunidad de no ser cogido. Pronto los científicos estarán calculando su exacta masa, su densidad y velocidad de ascensión... Cuando usted piense en todos los billones de almas que han cabalgado hacia el cielo desde el inicio del tiempo, encontraremos que hay realmente algo en qué pensar acerca de ello: una tremenda fuente de energía malgastada; si construyéramos pozos para atrapar esas almas al momento de su ascensión, tendríamos allí suficiente fuerza como para iluminar a toda la tierra. Pronto el hombre será enteramente utilizable. Actualmente sus mejores sueños han sido apartados de él para convertirlos en guerras y prisiones.

 A corta distancia del café, en la arena, algunos pájaros aún se mantenían de pie: eran los recién llegados. Ellos estaban mirando hacia las islas. Las islas, allá a lo lejos, estaban cubiertas de guano: una beneficiosa industria. El guano que un cormorán marino produce durante su vida puede servir para mantener a una familia entera en el mismo periodo de tiempo. Una vez que el pájaro ha cumplido con su misión sobre la tierra, viene a morir aquí. Considerando todas las cosas tal como son, él podría decir que también había cumplido con su misión, su último acto: en Sierra Maestra con Castro. El idealismo que un alma noble produce, puede mantener a un estado policial vivo en el mismo periodo de tiempo. Un poco de poeta, un poco de soñador. Pronto el hombre estaría llegando a la luna, y ya no la tendríamos más para nosotros.

 El arrojó su cigarrillo sobre la arena. Naturalmente que un gran amor aún puede remediar este estado, pensó luego burlándose de sí mismo y eso le hizo sentir un fuerte deseo de unirse a los pájaros muertos en la playa. Era así como la soledad se apoderaba de él cada mañana, esa era por lo general la peor de las soledades: esa soledad que lo aplasta a uno en vez de liberarlo de los demás. El se inclinó hacia la cuerda y soltó la escalerilla luego fue a afeitarse. Se miró con asombro en el espejo como lo hacía diariamente a esa hora:
-¡No es lo que deseé llegar a ser! -habló burlonamente para sí mismo, como el Kaiser Wilhelm después de su derrota. Con todo aquel pelo gris y esas arrugas, dentro de uno o dos años, su adolescencia acabará definitivamente. ¿O no? Con los idealistas nunca se puede decir la última palabra. Su cara era larga y delgada, con ojos cansados y una sonrisa algo irónica, con ella actuaba lo mejor que podía. Ya no escribía cartas a nadie ni las recibía, a nadie conocía: había roto con todos como hace el hombre que trata vanamente de romper consigo mismo.

 Podía oír los chillidos de los pájaros marinos que cada vez se iban haciendo más agudos: signo de que seguramente un cardume estaría pasando por las cercanías de la playa. El cielo estaba ahora todo de blanco, las islas de mar afuera, comenzaban a desaparecer, el verde océano se erizaba saliendo de su sueño, las focas bramaban cerca del viejo y destartalado muelle que estaba tras las dunas.

 El puso el café y regresó a la terraza y por vez primera se dio cuenta que, al pie de la duna, hacia la derecha había lo que parecía ser un esqueleto humano tirado en la arena con la boca hacia abajo y sosteniendo una botella con una mano; cerca a él estaba también echado otro cuerpo que llevaba puesto solo una truza y estaba pintado de azul, rojo y amarillo desde la cabeza a los pies. Un tercer miembro del grupo era un gigantesco negro que dormía echado de espalda, estaba vestido con una peluca estilo Luis XV, levita cortesana azul y pantalones de seda blanca, pero estaba descalzo. La última oleada de gente que gozaba del carnaval los había llevado hasta allí. Supuestamente ellos habían sido parte de las comparsas, pensó. La municipalidad les daba los vestuarios y les pagaban 50 soles por noche, luego miró hacia la izquierda, donde volaban los huanayes, flotando como una columna de humo gris y blanco persiguiendo el cardume y fue en ese momento que la vio.
Ella llevaba una vestimenta larga color verde esmeralda, con una mano sostenía un gran pañuelo verde y se acercaba hacia las olas, el pañuelo flotaba en el agua tras ella, la cabeza la tenía tirada hacia atrás y su larga cabellera negra caía suelta sobre sus desnudos hombros. El agua ya le llegaba a la cintura, ella trastabillaba cada vez que el agua la cubría más; las olas rompían ya muy cerca de ella, a no menos de 25 metros; ese jueguito empezaba a ponerse muy peligroso. El esperó una segunda ola más grande y sin embargo ella siguió yendo hacia la ola mientras el océano juntaba sus aguas como un movimiento de felino antes de saltar: ambos muy fuertes y flexibles en su movimiento; un salto más y todo habría concluido. El se lanzó decididamente por la escalerilla y corrió hacia ella dando gritos, sentía algunos pájaros bajo sus pies, pero la mayoría de ellos ya estaban muertos y como siempre morían por la noche. Pensó que llegaría a ella muy tarde. Una ola más grande que las anteriores harían que sus problemas empiecen, esto es: telefonear a la policía y responder a preguntas. Finalmente la alcanzó y la cogió de un brazo, ella se volvió hacia él y por breves momentos el agua los cubrió a ambos. El mantuvo presión sobre su muñeca y comenzó a jalarla hacia la playa. Ella se dejó llevar y él caminó por la arena por un momento sin volverse hacia ella, luego se detuvo y la miró de frente por primera vez. Era poseedora de un delicado rostro como el de una niña, muy pálido, con grandes ojos graves, perlados por gotas de agua que hacían juego perfecto con su cara. Ella llevaba puesto en el cuello un collar de diamantes, aretes, brazaletes y aun sostenía el pañuelo verde en su mano. El se preguntaba que estaba haciendo ella en ese lugar, de donde venía con esa vestimenta de salón, con su oro, sus diamantes y esmeraldas andando a las seis de la mañana por una desierta playa, entre pájaros muertos. (…)”

Continuara


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