Romain Gary, judío nacido en Vilna, Lituania, en 1914, hablaba seis
lenguas con fluidez. Se convirtió en un maestro de múltiples personajes
literarios, un héroe condecorado de la resistencia francesa y, supuestamente,
dos veces ganador del Prix Goncourt
(lo cual es técnicamente imposible de acuerdo con la rúbrica del premio).
Mientras tanto, se forjó una más
que respetable carrera en el servicio diplomático francés, eventualmente
convirtiéndose en el cónsul general en Los Ángeles (en esencia, el embajador
francés en Hollywood), donde abandonó a su esposa inglesa, la escritora Lesley Blanch, por Jean Seberg, la reina de la nouvelle
vague.
Incluso retó a Clint Eastwood a
un duelo.
Gary murió, una tarde de
diciembre de 1980, de un disparo que él mismo se propinó.
En las fotografías, a Gary se le
ve con una pluma estilográfica en una mano y un tabaco llameante aguantado
entre los dedos (cargados de anillos) en la otra.
O se le ve en casa, relajado
sobre un sofá cubierto de pieles de animal, vestido con pantalones de cuero, un
blazer de doble botonadura y gafas redondas al estilo John Lennon.
A sus 50 años fue incluso el
centro de una foto reportaje de la revista Sports
Illustrated, donde aparecía haciendo su rutina diaria de ejercicios.
Muchos se preguntan por qué Gary
no es más conocido en el mundo anglófono.
No es que su obra no haya sido
suficientemente traducida. De hecho, mientras vivió en Los Ángeles, escribió en
inglés, revelándose contra las críticas solapadamente antisemitas que lo tachaban
de usar el francés incorrectamente.
Tampoco es el caso de que su
literatura no le valiera hazañas más allá de las páginas: Jean Paul Sartre y Charles
de Gaulle fueron algunos de sus fanáticos.
Fue tan popular como prolífico,
lo cual demuestra en sus más de 30 volúmenes de ensayos que ganaron premios,
sus obras de teatro, sus memorias y sus obras de ficción, que incluyen "La vida por delante" (La Vie devant soi, su título original
en francés), una de las novelas francesas más vendidas del siglo XX.
Pero su fama se desvaneció con
la edad y más tarde se atenuó con las revelaciones póstumas de que había
embaucado a los literatos parisinos, publicando algunas de sus más aclamadas
obras (incluida La Vie devant soi)
bajo un nombre falso.
Pero al inicio del siglo XXI su
reputación ha mostrado signos de un vigor renovado. Algunas casas editoriales
están mostrando interés en volver sobre su obra. Primero fue el objeto en una
obra del conocidísimo biógrafo David
Bellos, luego se tradujo una de sus novelas, Pseudo.
Ahora su última novela, "Las cometas" (Les Cerfs-volants)
ha sido declarada como un clásico moderno por la editorial Penguin. Elogiada como una de las mejores novelas del siglo XX en
literatura francesa de ficción, Gary escribió "Las cometas" poco antes de suicidarse. En la novela
cuenta la historia de dos jóvenes amantes (uno de ellos huérfano, criado por su
tío, un gentil fabricante de cometas; la otra, una aristócrata polaca)
separados por el caos y la matanza durante la Segunda Guerra Mundial. Épica y
empática, en ella abundan aquellos temas y preocupaciones propios de la obra de
Gary, como el idealismo, la pérdida de la inocencia y las maneras en que las
decisiones poco heroicas aún pueden ser decisiones morales.
Como si todos los méritos en sus
novelas fueran poco, nada se compara con su autobiografía "Promesa al amanecer" (La Promesse de l'aube). A través
de la crónica de su vida cuando era joven, describe cómo fue criado por Nina, una devota madre soltera y ex
actriz. Aunque vestía a su príncipe de seda y terciopelo, Nina tenía que
inventar maneras cada vez más extrañas para mantener un techo sobre sus
cabezas: diseñaba sombreros parisinos falsos y trajes de baile, vendía joyas
como si fuera un ruso blanco en la Rivera, abrió un hostal para perros, gatos y
aves… en el apartamento que compartía con su hijo.
Más que todo, es una
extraordinaria historia de amor, que describe la abrumadora devoción de una
madre por su hijo único. Según escribe Gary: "Ella me hablaba de Francia
como otras madres les hablan a sus hijos de "Blancanieves" o "El
gato con botas". Una verdadera "madre-manager", Nina estaba
convencida de que su Romouchka (un apodo que usaba para referirse a Gary) tenía
un gran talento para la literatura. "Mi madre siempre me vio como una
combinación entre Lord Byron, Garibaldi, D'Annunzio, D'Artagnan, Robin Hood y Ricardo Corazón de León", recuerda Gary.
La guerra interrumpió los planes
de Nina para el futuro artístico de su hijo, aunque estaba convencida de que
incluso en este escuálido anfiteatro, él triunfaría. A pesar de no pasar los
requerimientos para ser piloto (por razones estrictamente ligadas al hecho de
que era judío) voló con la Fuerza Aérea Real durante la Segunda Guerra Mundial
y le fueron otorgadas la Cruz de Guerra (Croix de Guerre) y la Legión de Honor
(Légion d'honneur), convirtiéndose en uno de los pocos Compañeros de la
Liberación (Compagnons de la Libération).
A pesar del peligro, la
inquebrantable fe de Nina en su hijo funcionó como un conjuro. "Nada me
podía suceder, porque yo era su final feliz", recuerda Gary. Su tragedia
consistió en que, además de verlo ganar en una competencia de ping-pong, no
vivió lo suficiente para disfrutar el éxito de su hijo. Su madre murió mientras
él estaba peleando en el extranjero, pero dejó tras de sí una caja fuerte con
casi 250 cartas que iban a ser enviadas a su hijo en intervalos. "Durante
tres años y medio, su aliento me dio vida y me sostuve por una voluntad más
fuerte que la mía misma", cuenta.
Es una historia tan potente que
parece mítica, así que no debería sorprender que grandes trozos de su obra "Promesa al amanecer" fueran
ciertamente inventados. Para comenzar, el nombre de Nina era Mina. Y las 250 cartas nunca
existieron. En 2004, una biografía escrita por Myriam Anissimov, quien también resulta ser una de las amantes de
Gary, ofreció algunos detalles de la vida de este fabulador. Su nombre de
nacimiento es Roman Kacew, y aunque
aseguraba tener una herencia sanguínea tártara y cosaca, en realidad sus padres
fueron judíos rusos —Mina y Lebja Kacew— y no el actor Ivan Mosjoukine, como él asegura en sus
memorias.
En 1935 cambió su primer nombre
a Romain, y siete años después cambió su apellido a Gary. Además de Kacew y Gary, el escritor publicó bajo
los nombres de Fosco Sinibaldi y Shatan Bogat. Luego, en 1973, después
de ganar el premio Goncourt de literatura, después de dos divorcios y 22 libros
publicados, inventó su alter-ego más conocido: Émile Ajar.
Aunque había sospechas de que
Gary y Ajar fueran la misma persona, los jueces del Goncourt en 1975 no le
prestaron atención a esto, aunque el premio estipula que un mismo autor solo
puede ganar una vez.
Sobre el concepto de la mentira,
Gary dice en una de sus novelas: "No miento a menudo, porque para mí la
mentira tiene un enfermizo sabor a impotencia: me sitúa demasiado lejos de la
meta".
Antes de suicidarse, Gary dejó
instrucciones para la publicación de su novela "La vida y muerte de Emile Ajar" (Vie et mort d'Émile Ajar). Las
líneas que cierran la novela son interesantes, en tanto le sirven de epitafio a
un compulsivo narrador de historias que no se pudo resistir a la tentación de
contar su propio fin:
"La pasé muy bien. Adiós y gracias".
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