Claves para leer a Miguel Delibes
por Amparo Medina-Bocos
Biblioteca Miguel de Cervamtes
"Si hubiera que definir en dos palabras a Miguel Delibes, podría decirse que Delibes es, ante todo, un hombre de fidelidades -a sus ideas, a sus amigos, a su tierra, también a su editor-, que ha convertido en literatura sus aficiones, sus viajes, sus preocupaciones y sus obsesiones, los problemas de su entorno. Y que, además, lo ha hecho manteniendo una absoluta coherencia entre su obra y sus ideas.
Sabido es que Delibes ha sido un autor pródigo en expresar sus opiniones. Por eso, siempre que sea posible, voy a utilizar en estas páginas textos del propio Delibes, contrastados, eso sí, con las opiniones críticas que me parecen más relevantes a la hora de explicar o valorar sus creaciones. Y voy a hacerlo así por dos razones: porque creo que ha sido el mismo Delibes quien ha proporcionado a los estudiosos de su obra muchas de las razones que explican su creación literaria y porque nadie mejor que él ha dado las claves que deben ser tenidas en cuenta para comprender esta obra que cubre toda la segunda mitad del siglo XX, en un caso poco frecuente de escritura sostenida a lo largo de cincuenta años, desde que se dio a conocer con La sombra del ciprés es alargada, Premio Nadal 1947, hasta la publicación de El hereje en 1998.
Aprendizaje en el periodismo
Delibes se ha mostrado siempre muy orgulloso de su condición de periodista y ha cultivado esta faceta suya a lo largo de toda su vida. En 1970 le confesaba a César Alonso de los Ríos que, antes del Nadal, apenas había escrito otra cosa que notas de redacción y críticas de cine para El Norte de Castilla. «Me fue muy útil el ejercicio del periodismo provinciano, porque en él tienes que hacer de todo. Solté la pluma. Y, sobre todo, aprendí algo fundamental: decir mucho en poco espacio».
Tiempo después, en 1983, y cuando ya llevaba cuarenta años vinculado al periodismo, insiste en la misma idea al recordar sus comienzos como novelista: «En este tiempo aprendí dos cosas fundamentales para mi posterior dedicación a la novela: la valoración humana de los acontecimientos cotidianos -los que la prensa refleja- y la operación de síntesis que exige el periodismo actual para recoger los hechos y el mayor número de circunstancias que los rodean con el menor número de palabras posibles. Con este bagaje periodístico pasé a la narrativa y, a pesar de los años transcurridos, permanezco fiel a aquellos postulados, es decir, mi condición de novelista se apoya y se sostiene en mi condición de reportero. El periodismo ha sido mi escuela de narrador»
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